CLACSO | Ana Silvia Monzón, feminista guatemalteca: “Centroamérica es una de las regiones más inseguras del mundo para las mujeres”
Entrevista a Ana Silvia Monzón, feminista guatemalteca
De joven, Ana Silvia Monzón quería estudiar arquitectura, pero por su situación económica le resultó inaccesible. Vivía en Guatemala y, finalmente, se decidió por la carrera de sociología, es feminista y comunicadora, hace 23 años tiene un programa de radio sobre diversidad sexual que se llama Voces de Mujeres. Cuando su familia migró a Estados Unidos ella optó por quedarse para estudiar, hoy es coordinadora y profesora-investigadora del Programa académico género y feminismos en la sede de su país de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. NODAL la entrevistó a propósito de ello y de la intervención que realizará este miércoles(*) en la 8ª Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales en el marco del I Foro Mundial del Pensamiento Crítico que comenzó el lunes en Argentina.
-Como participante de Clacso, ¿cuál es su lectura sobre la producción de conocimiento de las mujeres y feministas en la región centroamericana y caribeña y qué lugar tienen estas académicas en el ámbito social?
-En los últimos 20 años ha habido un impresionante número de mujeres que estudia ciencias sociales y su producción en muchos campos es importante y rigurosa. Sin embargo, y debido a que en la academia se reproducen las jerarquías de poder, las feministas y los estudios feministas aún no logran el reconocimiento y el espacio que merecen. Con algunas excepciones, y a pesar de muchos esfuerzos, todavía es necesario convencer y justificar la validez y cientificidad de los estudios de las mujeres, género y feminismos. En otros campos: estudios migratorios, políticos, desarrollo, el Estado, por mencionar algunos, en todos los congresos y actividades académicas que se realizan, observamos la excelente y amplia participación de mujeres, pero en la práctica hay disparidad en los espacios institucionales de investigación, hay menos mujeres con plazas fijas, sus condiciones laborales son precarias. Es una situación que se agudiza en el contexto del retroceso que se está marcando en las universidades por las políticas de destinar menos recursos sobre todo a las universidades públicas. Hubo, en Centroamérica, un esfuerzo a finales de los años 80 para impulsar los estudios feministas a través del Consejo Superior de Universidades Centroamérica-CSUCA, del Subprograma de estudios de la Mujer. En cada universidad estatal se creó una comisión para el efecto. Desde entonces, se han creado algunos centros de formación e investigación para continuar con ese campo de estudios pero aún son precarios en términos de presupuesto y de su impacto en la academia.
-Usted disertará en dos paneles vinculados a movimientos feministas, políticas públicas y legalización del aborto. ¿Cómo llegó a la región centroamericana y caribeña el debate por el aborto que se visibilizó este año en Argentina? ¿Y en Guatemala en particular?
-Para todas las mujeres en el mundo la movilización en Argentina ha sido ejemplar y motivadora, activamos en contextos cada vez más conservadores. En Nicaragua y El Salvador la penalización del aborto es de las más restrictivas en el mundo, con casos de aborto espontáneo criminalizados que terminan con sentencias de muchos años para mujeres que han enfrentado esa situación. Así que la forma, el contenido y la pasión con la que se da esta lucha en Argentina es esperanzadora y anima a continuar.
-Por otro lado, usted ha estudiado la situación de las mujeres migrantes hacía EEUU, un tema que está en la agenda de los medios internacionales a propósito de las caravanas. ¿Ha cambiado algo desde entonces (en su país específicamente) que se ha llegado a esta acción colectiva que han emprendido desde los países del Triángulo Norte? ¿Qué lugar ocupan los Estados ante esta situación y cuál considera que debería ser?
-Las condiciones que motivan las migraciones se han agudizado en las dos últimas décadas, paradójicamente cuando se firmaron los acuerdos de paz, con sus promesas de cambios, la situación económica empezó a marcar las brechas de desigualdad y aumentaron significativamente las cifras de migrantes de El Salvador y Guatemala. En 2009, luego del golpe de Estado en Honduras, el aumento de migrantes fue impresionante. Con datos de 60 a 70 por ciento de pobreza en estos países, sin servicios mínimos de educación, salud y empleo no es difícil relacionar que las causas de la migración son estructurales, en tanto no cambien esas condiciones el éxodo, ahora visible en la Caravana migrante, continuará.
Para las mujeres se suma la situación de violencia, a manos de sus parejas, o las amenazas de pandillas y la misma violencia social. Centroamérica es una de las regiones más inseguras para las mujeres en el mundo. Las cifras de feminicidios, de denuncias de violencia, violación y abuso sexual dan cuenta de ello. Y esa es una motivación específica que las impulsa a arriesgarse en una travesía incierta, en la cual también están expuestas a la violación y el abuso, incluso a ser atrapadas en redes de trata de personas.
La respuesta de los Estados es contraria a los derechos de la ciudadanía. No están generando las condiciones de desarrollo para el bienestar de la mayoría, más bien se benefician del trabajo de millones de migrantes (entre 6 y 7 millones de centroamericanas/os han migrado a Estados Unidos) que con sus remesas logran sostener a un buen número de familias. En Guatemala las remesas ocupan el tercer rubro de ingresos que componen el PIB-producto interno bruto, sin ellas la pobreza sería más aguda aún. Y ante la caravana migrante su papel ha sido represivo y de abierta complacencia con el gobierno de Estados Unidos cuya postura por supuesto es también represiva. Aunque, no hay que olvidarlo, Estados Unidos necesita esa mano de obra migrante, precaria, a la que pagan muy poco, pero es la que sostiene trabajos que sus ciudadanos no desean tomar.
No ha prevalecido una postura basada en el enfoque de derechos humanos para quienes caminan en la Caravana Migrante, a pesar de que van más de mil niños y niñas. La solidaridad la han recibido del pueblo, de las personas y organizaciones sociales que, a su paso tanto en Guatemala como en México, han compartido lo que tienen.
-Durante la Cumbre Iberoamericana en su país se llevaron a cabo campañas con carteles con mensajes como: “¡Bienvenidos a Guatemala! País donde queman niñas, matan a sus campesinos e invierten más en balas que en educación”, así como otros en alusión a la situación en Nicaragua o México. ¿A qué que responde esta acción y cuál es su opinión al respecto?
Es una forma de los colectivos sociales de expresar su rechazo ante las políticas adoptadas por varios de los presidentes que participan. Pero más allá es una crítica al sistema que reproduce y fortalece un modelo de desarrollo excluyente y que desecha a las personas. Que no respeta derechos. Opino que son la ciudadanía necesita expresarse, hacer ver su hartazgo ante tanta ignominia.
Por Carla Perello
Fuente: NODAL