La economía feminista visibiliza las relaciones entre economía y género.
Corina Rodríguez Enríquez, economista feminista y profesora en la Universidad de Buenos Aires, es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, con base en el Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp). Además es integrante de la Asociación Internacional de Economía Feminista (iaffe) y del Comité Ejecutivo de Development Alternatives with women for a New Era (DAWN). Asimismo, está considerada como una de las mayores expertas en desigualdades y economía de los cuidados de Latino América. Participo en Madrid con motivo de los encuentros 2030 con mirada feminista y el medio AmecoPress tuvo la oportunidad de entrevistarla.
¿Por qué es importante la implementación del enfoque feminista en la economía?
Yo creo que la economía es la disciplina social donde el feminismo llegó más tarde, y celebramos que finalmente haya llegado. Yo creo que es imprescindible porque si no incorporamos esta perspectiva en la especialización económica no comprendemos cómo funciona la economía.
Me parece que una de las denuncias centrales que hacemos desde la economía feminista, es la ceguera de género, la mirada convencional ortodoxa de la economía que, al no percibir que las relaciones económicas operan en un terreno que está atravesado por las relaciones de género, nos da una interpretación de la economía que es sesgada y que es incorrecta. Le falta una compresión esencial de la realidad.
La economía feminista lo que busca justamente es eso, visibilizar esto, visibilizar la interrelación que hay entre relaciones económicas y relaciones de género, y de esta manera lo que puede es identificar los mecanismo económicos de la reproducción de la desigualdad, de la desigualdad de género pero en su interrelación con las desigualdades socio-económicas.
¿A qué nos referimos con la economía del cuidado?
La manera en la que socialmente se organiza la reproducción cotidiana de la vida y las implicancias que eso tiene en el funcionamiento del sistema económico y en la posición relativa de las personas en ese funcionamiento.
La posición que las mujeres ocupamos en la organización social del cuidado y la enorme dotación de trabajo no remunerado que hacemos, tiene dos implicaciones básicas. La primera, que hacemos una enorme contribución a la economía que no se tiene en cuenta por el análisis económico tradicional -y a visibilizar esto nos ayuda el concepto de economía del cuidado.- La segunda, consecuencia muy visible de esto, es que esta forma que tiene la organización social del cuidado, es uno de los principales limitantes para la participación económica del cuidado y es una de las cosas que explica más fuertemente la posición desaventajada que todavía las mujeres tenemos en la participación económica.
¿Si la división sexual del trabajo es una construcción social, conseguiremos derruirla algún día?
Sí, claramente el propio concepto de división sexual del trabajo requiere eso, requiere a un proceso socialmente construido por el que se le atribuyen trabajos específicos a las mujeres y a los varones.
Si miramos la historia la división sexual del trabajo ha ido cambiando, es una característica dinámica de la sociedad y así como ha ido cambiando, podemos acelerar ese cambio y podemos finalmente transformarla. En ese sentido, todo este concepto de la economía del cuidado, es la evidencia empírica que desde esta mirada vamos produciendo para demostrar las implicancias que tiene y la forma actual de la división sexual del trabajo.
Me parece que para lograr esa transformación, son esenciales las políticas públicas, no es lo único que necesitamos pero es algo muy central en sociedades que están atravesadas por diferentes mecanismos de desigualdad.
El año pasado, en la huelga feminista, se implementó la idea de hacer una huelga de cuidados, ¿crees qué la sociedad empieza a concienciarse al respecto, es un avance?
Sí, sin duda yo lo he vivido desde mi país en Argentina y desde América Latina ha sido una movida muy potente y me parece que una de las ganancias, de esta movida de los paros internacionales de mujeres, es justamente visibilizar, además de la cantidad de trabajo que las mujeres hacemos es esencial para el funcionamiento del mundo y está absolutamente invisibilizado.
Esta idea de que las mujeres movemos el mundo y el 8 de marzo lo paramos, creo que es muy cierta y que ha ayudado en dos sentidos. Por un lado, en que se reconozca el trabajo que se ha hecho como trabajo, la invisibilización del trabajo del cuidado todavía es tan fuerte que si va y le preguntamos a una persona que se dedica a tiempo completo a las tareas de cuidados, lo normal es que nos diga “no trabajo, estoy cuidando a mis hijos”.
También me parece que ha servido mucho para incorporar estas menciones económicas de la resistencia en la propia teoría feminista. Que por lo menos en América Latina en las últimas décadas había estado más concentrada en temas de violencia y en salud sexual y reproductiva.
¿La economía del cuidado posee una relación estructural con las clases sociales?
Sí, yo creo que el espacio de la especialización social del cuidado es un espacio donde se manifiestan con mucha facilidad este encruzamiento entre relaciones de clase y relaciones de género.
Nosotras solemos hacer afirmaciones generales del tipo, las mujeres destinamos mucho más tiempo que los varones al trabajo de cuidado no remunerado. Pero no es el mismo tiempo el que dedicamos las mujeres que estamos en distintas posiciones de estructuras socioeconómicas. Las mujeres que vivimos en hogares de ingresos medio altos tenemos muchas más posibilidades de derivar cuidados fuera de nuestros hogares, sobre todo porque tenemos una posibilidad de comprar cuidado en el mercado.
¿El feminismo blanco debería hacer una autocrítica?
Sí, la palabra autocrítica a mí me resulta necesaria pero creo que tenemos que matizarla, las mujeres tenemos está costumbre de flagelarnos, tenemos todas estas cuestiones y además nos echamos la culpa de nuestra propia situación. Pero sí creo que como todo en la vida, cada uno trabaja a partir de su propia posición y lo que se llama el feminismo blanco claramente tiene el sesgo propio de su condición.
"En Argentina hay una efervescencia del movimiento feminista en los últimos años muy bienvenida y creo que es la consecuencia de años y años de lucha del movimiento feminista."
¿Cuál es la situación de la economía del cuidado en Argentina?
Hay una enorme renovación intergeneracional o articulación intergeneracional, la llegada de jóvenes al movimiento feminista es muy potente y que entra en mucho diálogo con las feministas más antiguas y eso ha dotado al movimiento de mucha potencia.
La explosión de este momento de feminismo ha tenido que ver, con temas vinculados con la violencia, con casos de feminicidios que han sido el germen del movimiento “ni una menos”, que yo creo que es el germen de la situación que estamos viviendo aún y creo que es justamente lo que ha pasado durante los últimos dos años, es que la agenda se amplíe más allá de la cuestión de la violencia y ha empezado a incorporar estos temas económicos, ha empezado a trabajar el debate sobre los cuidados.
Por Mirari Ullibarri
Fuente: AmecoPress