Un siglo de desigualdad femenina en Alemania.
Cien años después de aprobar el derecho a voto de las mujeres, Alemania tiene una de las mayores brechas salariales de género del continente y baja representatividad femenina.
Rosa Luxemburgo, en un mitin en Alemania a principios del siglo pasado. / BPK / HERBERT HOFFMANN
“Bajo la presión irresistible del auge de la clase obrera, el estado capitalista claudicó ante las mujeres proletarias al admitirlas en las asambleas públicas y en las asociaciones políticas […] La consecuencia inevitable es que hoy millones de mujeres reclaman desafiantes y llenas de confianza: ¡Queremos el voto!”. Convertida ya en un referente de la lucha marxista, Rosa Luxemburgo anticipaba en la jornada de mujeres socialdemócratas de Stuttgart de 1912 un hito de la emancipación femenina en Alemania.
La derecha militar alemana en la Primera Guerra Mundial arrastró consigo al Reich y al káiser Guillermo II. Las viejas estructuras colapsaron y de esas runas nació la República de Weimar, primer capítulo de un inestable parlamentarismo democrático que abría una nueva ventana de oportunidades a las mujeres. El 12 de noviembre de 1918, tan solo dos días después de su proclamación, el consejo de delegados del pueblo dejó huella en los libros de historia al establecer el derecho a voto femenino.
Aguda desigualdad de género
Un siglo después de ese hito la mejora social es más que evidente. Sin embargo, Alemania dista de ser un modelo a seguir. En pleno 2018, la potencia económica de Europa es también uno de los países del continente con una mayor brecha salarial de género. Así, las mujeres alemanas cobran un 21,6% menos que los hombres, una desigualdad que tan solo superan la República Checa y Estonia, mientras que su salario es un 7% inferior cuando se trata del mismo trabajo. Eso hace que solo un 72% de las trabajadoras puedan mantenerse a sí mismas mientras que entre los trabajadores la cifra asciende a un 86%.
Aunque el informe anual de Foro Económico Mundial del 2017 situaba Alemania en la posición 12 de entre 144 por lo que respeta a igualdad de género, las cuotas de poder femenino siguen estando bajo mínimos. En 2015, tan solo el 7% de los cargos directivos de empresas que cotizan en bolsa eran ocupados por mujeres.
Espejismo político
Una mujer en la cancillería y en la presidencia de cinco de los seis partidos con representación parlamentaria. Tales cuotas de poder nos podrían llevar a pensar que la igualdad de género ya es un hecho en el hemiciclo. Nada más lejos de la realidad. En el plano político Alemania también cojea. Esa presencia femenina es en realidad un espejismo, pues forman parte del parlamento más masculino de las últimas dos décadas. Actualmente un 30,7% de los diputados del Bundestag son mujeres, la cifra más baja desde 1998.
El partido con menos presencia femenina en sus filas es la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) con un 11%. No sin relación, en las elecciones federales del 2017 la formación anti-inmigración fue la que registró una mayor proporción de votos masculinos, un 16,3% frente a un 9,2% emitidos por mujeres. En el Bundestag actual tan solo la izquierda sindicalista de Die Linke (53%) y los Verdes (58%) cuentan con una cuota mayoritaria de mujeres. En la CDU de la canciller Angela Merkel las mujeres solo ocupan un 20% de los cargos.
Auge feminista
Tras la liberación del periodo de entreguerras el feminismo alemán volvió a quedar soterrado bajo el yugo del nazismo, que apartó a las mujeres de la vida política y las relevó al papel de incubadoras de la raza aria. Con la recuperación de la posguerra, sus reivindicaciones volvieron a crecer en la Alemania dividida a partir de la década de los 80. En el Oeste vinieron acompañadas de la irrupción política de los Verdes.
Sin embargo, la reunificación no trajo una mejora directa de los derechos de las mujeres. La Alemania actual mantiene una ley nazi de 1933 que penaliza ofrecer información pública sobre el aborto. Aunque es técnicamente ilegal se consiente la práctica cuando se realiza durante las 12 primeras semanas se gestación. El país ha tenido que esperar hasta 2015 para que la píldora del día después esté disponible en farmacias sin prescripción médica y hasta 2016 para aprobar una ley que castigue con más severidad el acoso sexual y la violación.
Aunque el gobierno ha impulsado medidas para reducir la desigualdad como una cuota femenina del 30% en los consejos de administración de las grandes empresas esas han sido obra de los socialdemócratas. Reacia a declararse feminista, Merkel se opuso a esa propuesta en 2013 y el año pasado votó en contra del matrimonio homosexual, que terminó aprobándose.
Asesinada sin ver su sueño
El 19 de enero de 1919 las mujeres alemanas votaban por primera vez en la historia del país. Asesinada cuatro días antes por un grupo paramilitar nacionalista aliado con el SPD, Rosa Luxemburgo no llegaría a vivir ese hito. Un siglo después, lo que en 1918 fue un acto revolucionario es hoy un consenso social indispensable que, sin embargo, sigue siendo incompleto.
Fuente: El Períodico