noviembre 26, 2018

Urbanismo feminista: ellas son el espacio.

Para reflexionar sobre la perspectiva de género aplicada al urbanismo, la iniciativa ciudadana Jane's Walk plantea un paseo por Sevilla que saca a relucir varias cuestiones relacionadas con ella. 


Isabel Jiménez, arquitecta y profesora de la Universidad de Sevilla, y Soraya Salas, portavoz de la Asociación Vecinal La Revuelta, son quienes han concebido y guían un recorrido por las calles del centro de la ciudad hispalense, que busca reflejar cómo conciben las mujeres el espacio público y qué papel le otorgan en su experiencia diaria. A lo largo de él, sus paradas sirven para intentar dar respuesta a preguntas que surgen, como las siguientes: ¿De qué depende la percepción de inseguridad en las calles? ¿Puede la ciudad ser más empática e inclusiva a través de sus políticas urbanísticas? ¿Qué nos dicen –y ocultan– los nombres del callejero y la historia de la ciudad sobre las mujeres que han formado parte de la misma? ¿Podemos seguir el rastro de la violencia de género en sus rincones y plazas?

El urbanismo feminista supone “tomar en consideración y valorar el papel de las personas, sus vidas cotidianas, las tareas de cuidados y los fundamentos que el modelo hegemónico de ciudad ha ido olvidando”, según lo define Isabel. La ciudad se desarrolla a partir una dicotomía que separa las zonas para trabajar y las zonas de ocio –en lugar de considerar las zonas para vivir y convivir. Por eso el modelo de ciudad imperante en las últimas décadas está concebido en torno a un estereotipo: el del varón de mediana edad que trabaja y tiene un 100% de movilidad, contando (eso sí) con el uso imprescindible de un vehículo privado.

De esta forma, la ciudad actual tiene en cuenta los valores productivos, no los reproductivos. La mujer asume una doble jornada de trabajo (el reconocido como tal, junto con el doméstico) y queda excluida de la ciudad. Junto a ellas, otros sectores sociales como el de las personas mayores o la infancia, con escasa o nula movilidad, también sufren esa exclusión urbanística. No es un fenómeno nuevo, desde luego. Ya en la década de 1960 había teorías al respecto, como las de la propia urbanista y activista social Jane Jacobs –a la que el movimiento global Jane’s Walk rinde tributo–, señalando que el concepto de ciudad debía dar un giro y centrarse en las experiencias del día a día.

1. CONVENTO DE SANTA INÉS – DOÑA MARÍA CORONEL

El urbanismo de género evidencia que la exclusión de las mujeres en nuestra sociedad no solo viene dada por su invisibilidad en la toma de decisiones, sino también en cuanto a su representación. Así, en la ciudad de Sevilla solo hay unas 3.700 calles dedicadas a personajes femeninos (una cifra que no llega al 10% del total), muchos de los cuales son vírgenes o santas.

“De la mujer solo se pone de relieve su papel en el folklore, mientras que el callejero sí reconoce la profesión de los hombres a los que refleja”, señala Isabel. Y escuchando esta reflexión uno piensa si no debería existir en Sevilla una "calle Cuidadoras", por ejemplo; pero la realidad es que, pese a su trascendencia en la economía diaria, se trata de un oficio poco estimado.

Una de esas mencionadas santas es Inés, ante cuyo Convento nos situamos en nuestra primera parada, pero no para conocer la historia de la beata, sino la de la mujer que lo fundó y que da nombre a esta calle, Doña María Coronel. No sorprende que sea una de las excepciones en el callejero sevillano, dada la relevancia histórica de la figura de María Fernández Coronel –su nombre completo–, aunque en el relato de su vida destaca no solo la donación de sus bienes y posesiones para el levantamiento del monasterio, sino también el hecho de que fue muy desgraciada; hasta tal extremo que se vio obligada a quemarse la cara con aceite hirviendo para hacerse menos atractiva a ojos de Pedro I El Cruel y huir de su acoso. Violencia de género impregnando las páginas de la historia de la ciudad desde hace siglos, como también veríamos al final del paseo.

2. PLAZA DE SAN MARCOS

Cada cual vive el espacio público de una manera muy diferente, dependiendo de nuestras capacidades y experiencias. Por tanto, en el desarrollo de propuestas de espacio público la primera pregunta que se debe plantear es quién va a usar ese espacio y cómo va a ser usado: si hay zonas de sombra, si contiene mobiliario urbano, si niños y niñas pueden jugar en él, si está pensado para las personas mayores, etc. “Hablamos de un urbanismo de abajo a arriba, no impuesto, que cuenta con la ciudadanía y la hace partícipe. De hecho, la mayoría de logros alcanzados en este sentido han sido posibles gracias al activismo de los propios vecindarios”, explica Isabel.

Justo hace dos años y desde la Asociación Vecinal La Revuelta, de la que ella y Soraya forman parte, ya organizaron un paseo en el marco de unas jornadas de participación sobre espacio público y movilidad en el Casco Norte de Sevilla. Uno de los espacios de los cuales se habló era la Plaza de San Marcos, sobre la que surgió una propuesta de ampliación de la zona peatonal. De aquella idea nacería después el pequeño entrante en el que nos hallamos, que se ha dedicado a la recogida de basura y el aparcamiento de motocicletas.

“Cuando vimos que el Ayuntamiento arreglaba este espacio, en el vecindario nos pusimos muy contentas”, toma la palabra Puri Huertas, de la Asociación Vecinal de San Marcos. Sin embargo, el año pasado se llevaron una desagradable sorpresa cuando los servicios municipales taparon los tres alcorques que habían hecho previamente para otros tantos árboles. “Con la necesidad de zonas verdes que tenemos en esta ciudad”, se lamenta Puri. Así que decidieron pasar a la acción para demandar la recuperación de esos árboles y la colocación de bancos para que las personas mayores pudieran sentarse.

Como reivindicación, trajeron sus propios bancos y una pequeña zona de juegos infantiles, de modo que durante una jornada pudieron vivir la plaza que quieren. “Está claro que la Gerencia de Urbanismo no está pensando con esa perspectiva feminista, porque este espacio sería estupendo para disfrutarlo. Hoy en día solo nos paramos a sentarnos en casa; en la calle, siempre andamos de un lado para otro”, concluye sabiamente.

3/ LA REVO – SAN LUIS

La Revo o Casa Revolucioná de Mujeres es una experiencia de okupación autogestionada y feminista que lleva casi tres años en activo. Este ante el que nos hallamos en el número 12 de la calle San Luis (o como ellas la han rebautizado: Sin Luis) es el segundo de los espacios que okuparon, y que se vieron forzadas a abandonar el pasado mes de mayo bajo una amenaza de inminente desalojo. Una de sus impulsoras, Eva Arochena, nos pone al día sobre el uso especulativo de este edificio por parte del presidente de Cajasol, Antonio Pulido, quien a través de una empresa inmobiliaria pantalla compró el inmueble por el doble de su precio real con el dinero de la entidad bancaria. El Observatorio de la Ciudadanía detectó estas irregularidades y presentó una denuncia que se perdería en las arenas del tiempo, motivo por el cual desde La Revo pensaron que debía abrirse y darle uso ciudadano.

Se trata de un colectivo muy singular: “No mixto desde una perspectiva no hegemónica, donde trabajamos juntas compañeras de todas las orientaciones, incluyendo a trans, maricas, bollos y mujeres heterosexuales, que creamos alternativas para sentirnos cómodas dentro de este tipo de espacios”. La Revo nace a finales de 2014 con la intención de tratar las actitudes machistas y agresiones dentro de entornos de la militancia de izquierdas. “Es una realidad dura que a veces no creemos posible, pero esta problemática se da en todo tipo de entornos”, asegura Eva. En esta provechosa trayectoria han creado, por ejemplo, un grupo para gestionar situaciones de violencia heteropatriarcal “sin tener que participar de los mecanismos del Estado, que muchas veces se muestran insuficientes o invisibilizan las agresiones sobre ciertos colectivos”.

A día de hoy siguen con ganas de hacer nuevos proyectos en la ciudad y reuniéndose. “Pero... ¿en qué espacio?”, pregunta algún asistente ansioso por ubicar y delimitar esta experiencia. “Ellas son el espacio”, zanja una de las paseantes.

4. CHURRUCA Y ALMIRANTE ESPINOSA

Otro de los temas que Isabel Jiménez y Soraya Salas querían abordar en este paseo es la percepción de inseguridad en las calles. Así, antes de comenzar su exposición en la placita que forma el cruce de estas calles, nos plantean un supuesto: has salido por la noche, estás volviendo a casa, vas por una calle oscura, solo o sola, cuando empiezas a escuchar pasos a tu espalda, te giras y ves a una chica; ¿qué sientes? “Alivio”, dice un coro de mujeres, seguido incluso de algunas risas para rebajar la tensión de recrear mentalmente esa vivencia, no por habitual menos inquietante para ellas. Una de las cuestiones que advierto en este paseo es cómo las mujeres son capaces de reconocer y hablar de su vulnerabilidad, como forma de hacerse más autoconscientes y críticas.

“La percepción de inseguridad a veces va ajena al propio espacio”, comenta Isabel, “de hecho ni siquiera os he hablado de que fuese un barrio conflictivo”. Factores como la iluminación o el tráfico generan inseguridades que no solo tienen que ver con las estadísticas policiales, sino con el uso diferente de la ciudad que hacen las mujeres y las personas a las que cuidan. Una asistente añade al debate la tasa extra invisible que pagan ellas al desplazarse de noche, cogiendo taxis para librarse de esos riesgos.

Pero también las acciones determinan la movilidad: no es lo mismo ir a trabajar y volver en un recorrido directo, que tener una carga familiar donde has de dirigirte primero al cole, pasar por el médico, hacer la compra, etc. Según la arquitecta vienesa Franziska Ullmann, el movimiento de las mujeres en la ciudad suele ser en zigzag, mientras que el de los hombres –vinculado al trabajo productivo– es lineal. “Se trata de una ciudad pensada solo para ir a trabajar y no atendiendo a otras muchísimas tareas invisibilizadas, que tienen que ver con los cuidados y la vida cotidiana. Este modelo de ciudad del que hemos partido, por desgracia se sigue reproduciendo”, apostilla Isabel.

5. AN CÁ ROSI – DIVINA PASTORA

Este antiguo negocio es uno de los comercios de proximidad que tuvo que cerrar de forma reciente, pese a que llevaba 32 años abierto, por la subida de los precios del alquiler en la zona centro de Sevilla. Tener una panadería o carnicería de confianza a mano genera tranquilidad e incluso una identificación con ese espacio urbano: da más seguridad tener a críos y crías jugando en la calle si conocen a quienes regentan esos comercios.

Según expone Isabel, “la pérdida de ese uso de las plantas bajas –vinculado a la gentrificación y las franquicias– genera que nos movamos a través de distancias considerables sin encontrar ningún tipo de actividad diaria”, lo que contribuye de nuevo a la percepción de inseguridad. En este sentido, todo el itinerario que seguimos en este recorrido tiene mucho que ver con lo que podríamos llamar la ciudad empática: el urbanismo así entendido es sobre todo una cuestión de relaciones (con las personas, con el entorno), por eso nuestras guías buscan en todo momento espacios accesibles y agradables para las paradas, esperando al conjunto del grupo para asegurarse de que lleguen a oír el relato completo. Un relato poco habitual y mal tratado en los medios.

“Hace poco empezaron a correr noticias en el barrio de que se habían cometido violaciones y abusos sexuales, lo que ha coincidido con los últimos datos publicados sobre el número de delitos en función de su tipología”, expone Soraya. La alarmante conclusión es que han bajado todos menos los delitos sexuales, que se han triplicado. Tras la huelga del 8 de Marzo, desde la Asociación Vecinal La Revuelta se emitió un comunicado: “No queríamos quedarnos calladas ante esta situación de inseguridad que estamos sufriendo en el barrio. Ahora nos hallamos en proceso de disponer de toda la información posible y ver qué hacemos con ella desde el propio vecindario”.

6. LA BENI – PERIS MENCHETA

Para Soraya, la tienda de La Beni contribuye mucho, desde su apertura aquí hace 16 años, a la red de cuidados en este barrio. “A nuestros niños y niñas les podemos decir que vengan aquí a comerse un bocata, que acudan a ella o a su hermana Águeda si necesitan algo”. También si a alguna vecina le viene bien dejarle algo para que lo custodie, se lo puede dejar en la tienda. “Cuando vienes a comercios como el de La Beni, no estás solo comprando como cuando vas a unos grandes almacenes. Estás tejiendo relaciones con otras vecinas y contribuyendo a hacer un barrio más cohesionado y habitable”.

Llama la atención la multiplicidad de testimonios personales y protagonistas que se van sumando al recorrido. A las mujeres que coordinan este paseo no parece importarles llevar la voz cantante: unas sujetan el micro a las otras, podríamos decir que se dan voz. Al final de su intervención, todas dan las gracias por ser escuchadas. En el caso de esta breve parada, concluimos con un aplauso de reconocimiento y homenaje a La Beni. “Se lo merece mucho”, nos recuerda Soraya.

7. PLAZA CALDERÓN DE LA BARCA

En la ciudad consolidada, el consumo y el uso del espacio público con veladores, junto con los vehículos privados, son los elementos que se están apropiando del espacio público y, por ende, de nuestros lugares cotidianos de relación interpersonal. De ahí que, en opinión de Isabel, la accesibilidad resulte un tema fundamental para que la ciudad sea inclusiva. “En Sevilla tenemos un casco histórico muy bonito, pero también muy poco accesible para personas con movilidad reducida”, afirma la arquitecta cuando llegamos a esta plaza ubicada a la espalda del mercado de la calle Feria.

El siguiente testimonio en torno a esta cuestión nos llega de alguien que vive esa exclusión urbana de primera mano. Coral Hortal es presidenta de la asociación Vida Independiente de Andalucía y vecina de esta zona: “Es mi barrio y me encanta, pero para poder vivirlo, no para estar encerrada en casa, y eso nos ocurre con frecuencia a las personas con discapacidad”.

El barrio en el que nos encontramos pertenece a una zona del casco histórico de Sevilla que casi puede ser considerada la antigua Judería, por lo que presenta numerosos problemas de accesibilidad. En casi todo el trayecto del paseo hemos pisado adoquines, “algo que a quienes vamos en silla de ruedas nos destroza el cuerpo”, denuncia Coral; además, también afecta a quienes tienen dificultad en la visión u otras limitaciones en la movilidad. Otros obstáculos que presenta esta área son las calles angostas, el tráfico de coches, las aceras reducidas... “Podría poner infinidad de ejemplos en los que el urbanismo no nos tiene en cuenta”. Algo que puede corregirse con un enfoque feminista y centrado en la persona (“en todas las personas, claro”), que incluya estas reivindicaciones.

8. EUSTAQUIA BARRÓN

En esta calle de increíble historia sale a nuestro encuentro la actriz Inma Chacón, que será quien nos la relate e interprete. Tal vez lo mejor en este punto de la crónica sea transcribir su monólogo, repleto de ingenio y brillantez, para que conozcamos la figura de Eustaquia Barrón y la calle que le dedicaron en Sevilla… hasta que el Ayuntamiento decidió convertirla en hombre:

"Pasad, pasad… esta es mi calle, pero como si fuese vuestra. Estoy muy contenta, porque fijaos en la de años que llevo por ahí perdida, más de un siglo. Porque esto que veis aquí, por donde estáis paseando, era de mi hijo Aniceto (Sáenz y Barrón), y nos puso a toda la familia que más quería en el callejero: a sí mismo, a su padre Patricio, a su hija Antonia –mi nieta– y a mí, Eustaquia, para que me recordaran. Para que supiera todo el mundo que la que había parido a Aniceto Sáenz y Barrón era yo. Pero mira qué casualidad, hace más de cien años que alguien le cambió el nombre a la calle y le puso Eustaquio Barrón; ¡si ese no ha existido nunca!

Así que en estos cien años, para que se me pasaran más rápido, me puse a contar las mujeres que tenían una calle dedicada o una escuela. Porque mujeres artistas e inventoras hay muchas, muchas. Pero calles hay muy poquitas. Pero ahora estoy muy contenta porque hace tiempo que alguien se dio cuenta de que era yo la que tenía que estar aquí, aunque no le hicieron caso hasta que el Defensor del Pueblo se pronunció. Y entonces van y me ponen al lado un cartel que dice Antigua Calle Eustaquio Barrón… ¿pero no nos hemos enterado de que ese hombre no existe? ¿Que la calle era la antigua calle Eustaquia Barrón, que luego alguien le puso Eustaquio Barrón y por eso ahora vuelve a ser Eustaquia Barrón? Claro, como eso no cabe… ¡En realidad esta era la antigua-antigua Calle Eustaquia Barrón!”.

En ese momento algunas de las paseantes ayudan a Vega Linares, una vecina, a subirse a una escalera para colocar el nuevo cartel. “Ahí, que se vea bien”, dice Inma-Eustaquia, seguida por una enorme ovación y gritos de "Viva Eustaquia. ¡Viva!"

9. PLAZA DEL PUMAREJO

El paseo, que llega a su última parada en esta emblemática plaza, tendrá su colofón con la historia de Isabel Atienza, antigua vecina de la Casa del Pumarejo. Para contextualizar ese relato, nada mejor que la lectura de un texto de María Barrero, integrante de la Asociación Casa del Pumarejo, muy representativo de cómo era la vida en las casas de vecindad y la sororidad que se daba en ellas: “En los corrales existe un sentido de la solidaridad con la persona necesitada que no es común en los pisos. Una hornilla apagada y la gente sin salir de la habitación es signo de que ese día no hay dinero para comer, que ya han agotado todos los recursos posibles. Y entonces se olvidan todas las rencillas, las diferencias entre vecinas. Incluso gente que lleva meses sin hablarse por una tontería, se olvida de todo y acude en ayuda de personas que están en apuros. El corral tiene muchos defectos, pero también hay virtudes humanas, quizá nacidas de la necesidad”.

En ese contexto de espacios comunes y carestía, a Isabel Atienza la detienen en septiembre de 1936 para averiguar dónde está escondido su hijo, comunista. Pese a las torturas, no consiguen que revele su paradero. Hay muy poco escrito sobre este suceso, solo el documento del cementerio, así pues no se sabe si la mataron antes de traerla aquí o si la trajeron medio muerta. Lo que sí sabemos es que la dejaron en medio de la plaza, tirada y desnuda, a sus 72 años. Amenazaron a todo el vecindario y nadie pudo salir a taparla o a ocuparse de su salud.

Ese fue el tema, hace unos años, de la performance titulada Las mujeres no olvidamos: 1936-2013, que se escenificó en el Pumarejo con el fin de visibilizar a estas mujeres, así como su enorme sufrimiento –y que en el pasado mes de julio se repitió en una marcha hasta la tumba del general franquista Queipo de Llano, aún situada en la cercana Basílica de la Macarena.

“La historia de Isabel Atienza puede ser muy diferente a la de María Coronel, y también puede ser muy parecida”, dice Soraya. “Como en la primera parada de este paseo, cabe aquí la reflexión sobre cómo se escribe la historia y sobre cómo se elige a nuestros héroes. O a nuestras heroínas”.

Fuente: El salto Diario

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