noviembre 27, 2018

Cinco integrantes del Foro Feminista contra el G20 de América Latina y África opinaron sobre los mitos comunes que rodean al G20

Cada vez que se reúne, la cumbre del G20 atrae protestas de todas las vertientes.

El G20 agrupa a los gobiernos y titulares de los bancos centrales de las 19 economías más grandes del mundo, más la Unión Europea (UE). Desde su creación, funciona como grupo autodesignado que pretende establecer las directrices financieras y económicas del mundo. Las voces de quienes se encuentran en los márgenes del poder económico –una mayoría de Estados y sociedad civil– quedan excluidas.


Mientras tanto, las corporaciones transnacionales desempeñan un papel central en el G20, pues influyen en las recomendaciones y las decisiones, incluidas las relacionadas con el empoderamiento económico de las mujeres. Lxs representantes del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial son algunos de lxs invitadxs habituales. En conjunto, presionan a favor de los regímenes de libre comercio y de crecimiento económico como los principales factores de la agenda y no del respeto por la justicia social y económica y los derechos humanos.

© Luciana GhiottoEl foro feminista contra el G20

En efecto, pese a la creencia popular, el «crecimiento económico» y un mayor producto interno bruto (PIB) no equivalen a mejores condiciones de vida para la gente, y los acuerdos de libre comercio e inversión han probado ocasionar efectos devastadores en la vida de las personas y el medio ambiente. En otras palabras, el G20 es un vehículo de la globalización neoliberal que beneficia a un puñado de personas extremadamente ricas a expensas del resto de nosotrxs.

La cumbre de este año, que se celebrará en Buenos Aires del 30 de noviembre al 1 de diciembre de 2018, ya ha movilizado a los movimientos sociales, incluidos los movimientos feministas, de la región y de otras partes del mundo para resistir la agenda neoliberal del G20. Antes de la reunión oficial del G20, se ha planificado una semana de acción. El Foro Feminista contra el G20], una coalición formada por comunidades y movimientos latinoamericanos feministas, de trabajadorxs, migrantes, indígenas, campesinxs, afrodescendientes, lesbianas, trans y queer, encabeza una resistencia dinámica contra la cumbre de la agenda neoliberal. A partir de la experiencia del Foro Feminista contra la Organización Mundial del Comercio del año pasado en la misma Ciudad de Buenos Aires, hay un poder feminista colectivo contra el neoliberalismo que viene cobrando forma.

El Foro Feminista ha criticado al G20 por «teñirse de rosa»; es decir, una táctica de marketing que utiliza la apariencia de la inclusión de género para «vender» una imagen positiva en lugar de proponer políticas que mejoren la vida de las mujeres y las comunidades LGBTQI.

En ese sentido, cinco integrantes del Foro Feminista contra el G20 de América Latina y África opinaron sobre los mitos comunes que rodean al G20 en un seminario web que se realizó el 10 de octubre de 2018. Dado que las decisiones que se adoptan en el G20 inciden en nuestra vida cotidiana mucho más de lo que sabemos, lo que sigue son algunos de los conceptos erróneos a los que deberíamos estar atentxs:

Mito n°1: El G20 representa a todo el mundo.

El G20 se estableció originalmente en 1999 como un foro de 19 gobiernos y bancos centrales para debatir y coordinar la política económica a nivel global. En un principio, al G20 asistían lxs ministrxs de finanzas y luego de la crisis económica de 2008, comenzaron a incluir en las reuniones a lxs jefxs de Estados.

Según Luciana Ghiotto, de Argentina Mejor sin TLC –una asamblea de organizaciones argentinas y el Transnational Institute (TNI) contra los acuerdos de libre comercio–, las decisiones políticas adoptadas durante el G20 pueden ser no obligatorias, pero sin duda tienen un impacto en los países ausentes.Por dicha razón, Luciana hizo hincapié en la exclusividad del G20, la cual se sostiene gracias a la concentración de la toma de decisiones en manos de los mayores poderes económicos del mundo y sobre la base de sus líneas ideológicas.

«En realidad, tienes a un pequeño número de países, como Sudáfrica, Argentina y México, en representación de continentes completos (América Latina y África). De hecho, lo que encontramos sobre los países “representantes” es que estos son amigos de los Estados Unidos, pero no tienen la capacidad real para representar a todo un continente», criticaba Luciana.

Mito n°2: Las cuestiones de género se han convertido en una preocupación de la agenda del G20.

Al igual que otros que le precedieron, el inminente G20 plantea «las historias de éxito de mujeres» como si de ello se tratara el empoderamiento económico de las mujeres en general. Esta noción estrecha desatiende por completo los efectos devastadores de las políticas económicas neoliberales que defiende el G20, como las de austeridad y privatizaciones, sobre la vida de las mujeres y las desigualdades de género. Como observó Corina Rodrígues Enríquez de Development Alternatives with Women for a new Era (DAWN), los recortes al gasto público en sectores fundamentales como la salud y la educación golpean con más fuerza a las mujeres y les impiden realizar sus derechos humanos.

Más bien, el ideal predominante que promueve el G20 se «enfoca en la responsabilidad social empresaria y no en la responsabilidad del Estado» explicaba Corina. Este discurso sugiere que las mujeres solo necesitan «superar» las dificultades económicas que experimentan, lo que encubre las desigualdades estructurales –de género, raciales y de clase– que se encuentran arraigadas en la economía neoliberal y que esta a su vez perpetúa.

Por dicha razón, sostiene Corina, las propuestas presentadas por Women20 (W20), un grupo de afinidad creado por el G20 oficial para debatir el empoderamiento económico de las mujeres, promueve formas infructuosas de inclusión financiera, como el acceso al crédito que empuja a más mujeres a endeudarse.

Por otro lado, el país a cargo de la presidencia, en general, incide en el eje central del G20. Esta edición de la cumbre estará presidida por el Gobierno de Argentina, país cuyo Gobierno lo ejerce hoy una coalición de partidos neoliberales y de derecha con una concepción mayoritariamente conservadora de los derechos de las mujeres.

«Para transmitir una sensación de esta perspectiva, la persona que ahora lidera el W20 es Susana Balbo, una empresaria de la industria vitivinícola que renunció a su banca parlamentaria para hacer este trabajo. Si hubiera mantenido su banca durante el debate sobre la legalización del aborto, hubiera votado en contra del proyecto», aclaró Corina.

Pero esta es una táctica trillada que emplean las corporaciones y los Estados para distorsionar sus intenciones sobre la igualdad de género; según Corina, «existe una marcada tendencia a lo que se conoce como “pinkwashing”; es decir, en apariencia se manifiesta una preocupación por las mujeres sin un verdadero respeto por los derechos humanos de estas», agregó.

Mito n°3: El compromiso de las corporaciones siempre es una gran noticia para el desarrollo.

Business20, o como se lo conoce, el B20, se presenta como la «voz del sector privado en la comunidad del G20». Sus deliberaciones son problemáticas si consideramos el hecho de que las corporaciones más grandes del mundo están radicadas en países del G20 (sobre todo en los del Norte, pero también en Japón y China) y poseen más poder económico que muchos países.

El grupo B20 que se reunió en Buenos Aires a principios de octubre de 2018 acordó un comunicado oficial donde se revela el deseo del sector privado de participar en las agendas internacionales para el desarrollo. Al reflexionar sobre el contenido del documento, Fernanda Hopenhaym de PODER, explicaba que «incluía recomendaciones que parecían progresistas, como la de “empleo inclusivo”, pero cuando comienzas a desentrañar el contenido de ese comunicado, lo que buscan en realidad es “simplicidad, transparencia y flexibilidad” para sus prácticas de empleo y poder “participar así en la agenda del desarrollo”».

Todo ello podría sonar ingenuo o incluso bien intencionado, pero se debería analizar primero la composición del B20 para comprender sus verdaderos intereses. Las corporaciones y las élites económicas se benefician de enormes riquezas, con una agenda clara contra la redistribución de esta y contra el bienestar social y las políticas de protección del medio ambiente. No es menos preocupante el deseo de transformar su poder económico en poder político en los foros intergubernamentales como el G20.

Como señalaba Fernanda, «hay una alta concentración de la riqueza a la que no se presta atención». Las recomendaciones del B20 no abordan este tipo de cuestiones pese al hecho de que, según el lema del G20 «primero la gente», se supone que todo gira en torno a la manera en que los países deberían destinar inversión pública a infraestructura. Nos damos cuenta de que el discurso público y las recomendaciones que se están proponiendo no tienen nada que ver con eso. Simplemente están intentando lavar el rostro de la concentración de la riqueza y el capitalismo».

Mito n°4: El G20 puede contribuir al desarrollo de África.

De los 54 países que la componen, Sudáfrica es el único miembro del G20 que «representa» a la región africana. Pensemos en eso.

Al reflexionar sobre los efectos de las deliberaciones del G20 para la región, Nancy Kachingwe, asesora política independiente, señalaba un continuo de colonialismo e imperialismo.


«Todavía existe una disputa por África; observamos que muchos de los distintos poderes del G20 consideran el continente como una esfera de influencia y están deseosos de acceder a sus recursos. Esto plantea el interrogante acerca de si la cumbre del G20 representa una nueva Conferencia de Berlín para dividir al continente. Desde una perspectiva panafricana, es necesario actuar de manera colectiva y hacer uso de nuestra propia influencia», remarcaba Nancy.

Según la observación de Nancy, «el G20 no puede sustituir la toma de decisiones que los países africanos pueden darse en los espacios multilaterales». Por otro lado, sostuvo que el G20 podría resultar de utilidad para el continente si empleara el poder económico de sus miembros para regular el sistema financiero, sobre todo en relación con la tendencia de los flujos financieros ilícitos –esto es, la salida ilegal de capitales y riquezas de África– que provocan graves efectos en la justicia de género y el desarrollo general de la región.

Mito n°5: Las demandas de lxs crítcxs del G20 son dispersas y están desorganizadas.

Desde Toronto hasta Hamburgo, los medios dominantes a menudo han retratado las acciones contra el G20 como actos desorganizados y destructivos y, en general, las desestiman alegando que se trata de “tácticas violentas del Bloque Negro”.

Por el contrario, los movimientos de la sociedad civil de la Argentina y de otros países estáncoordinados, son productivos y están preparados para confrontar al G20 de tal manera que sus demandas sean claras. Actualmente, se encuentran preparando las movilizaciones públicas para denunciar al G20, el FMI, el Banco Mundial y la agenda neoliberal en una semana de acción previa a la cumbre oficial del G20 entre el 25 de noviembre y el 1 de diciembre en Buenos Aires.

El Foro Feminista contra el G20, que participa en este proceso organizativo, se afirma en el impulso feminista creciente de la resistencia al neoliberalismo y el ímpetu hacia economías alternativas, afirmadas en la justicia social, económica y de género.

«Hemos escuchado mucho sobre distintas agendas y actorxs, pero para describir de qué manera las mujeres nos hemos movilizado, debo remontarme a diciembre de 2017, cuando organizamos un foro feminista contra la Organización Mundial del Comercio, donde creamos un espacio para educarnos sobre la nueva ola de acuerdos comerciales en nuestras regiones y sobre las alternativas posibles. Las mujeres nos reunimos en la cumbre de los pueblos para comprender y educarnos. Nos reunimos en un espacio diverso. Había mujeres de todo el mundo: mujeres rurales, mujeres urbanas, mujeres de movimientos de disidencia sexual, mujeres con intensa actividad en los diferentes sindicatos. Fue un espacio diverso que nos demostró que había un apetito por generar alternativas», afirmó Alejandra Scampini de DAWN, Uruguay.


Por Ana Ines Abelenda, Inna Michaeli y Valérie Bah
Fuente: Awid

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