agosto 12, 2019

Cuatro mitos que hacen que las mujeres no se acerquen a los empleos tradicionalmente masculinos

Como feministas, es importante que desacreditemos los mitos basados en los roles de género estrictos, porque son una gran mentira y sumamente problemáticos para la gente que trabaja activamente en un sector tradicionalmente masculino.

Obras en el Edificio España, en Madrid. ÁLVARO MINGUITO

Cuando pensamos en camioneros, trabajadores de la construcción, de la recogida de basuras, fontaneros, electricistas y otros obreros, a pocos se nos viene a la cabeza la imagen de una mujer. Las mujeres que desempeñan estos trabajos tradicionalmente masculinos se enfrentan a desafíos únicos que se ven agravados por trabajar en campos en los que, tradicionalmente, están infrarrepresentadas y excluidas y que, además, el discurso feminista suele pasar por alto.

Como ingeniera, entiendo los desafíos a los que las mujeres se enfrentan en los trabajos tradicionalmente masculinos dominados por hombres. He escrito mucho sobre el tema en distintos lugares. Y aunque quiero que las mujeres desarrollen cualquier tipo de carrera que deseen, también quiero que sean carreras bien pagadas en las que puedan utilizar todos sus talentos.

Y creo firmemente que la diferencia real entre las carreras profesionales dominadas por hombres y por mujeres está en el salario. Las mujeres ganan menos que los hombres en todas partes, desde el sector servicios a los puestos ejecutivos. Pero las carreras que mejor se pagan siguen estando dominadas por hombres, desde los trabajos manuales a los científicos.

Esto no es muy sorprendente, ya que las llamadas carreras profesionales femeninas normalmente no se reservan para mujeres porque requieran de ciertas habilidades que solo poseen las mujeres, excepto dar a luz, que, por desgracia, no se paga en la mayoría de las ocasiones, sino, más bien, porque se asemejan a los roles de género tradicionales.

Las profesiones cualificadas son, a menudo, desagradables, sucias, peligrosas, se desarrollan al aire libre, son prácticas y, en general, no femeninas. ¿Veis adónde quiero llegar?

Pero muchas mujeres quieren trabajar, y están trabajando, en profesiones tradicionalmente masculinas, y sus necesidades para mi feminismo son tan importantes como la brecha salarial y los derechos reproductivos.

Incluyo a las mujeres obreras en mi trabajo feminista (especialmente científico) porque las mujeres que tienen trabajos tradicionalmente masculinos se enfrentan a obstáculos similares a los de las científicas. Además, los dos campos están estrechamente relacionados, especialmente para las ingenieras, que trabajan directamente con personal en proyectos de construcción activos.

Las mujeres representan en Estados Unidos al 47% de los trabajadores en todas las actividades, pero solo al 2,6 % de los trabajadores de la construcción. Este porcentaje no ha cambiado en los últimos treinta años.

Creo que promover y animar a las mujeres que se dedican a oficios debería ser una prioridad feminista, porque el mito de la inferioridad de la mujer daña seriamente a estas mujeres.

Como feministas, es importante que desacreditemos los mitos basados en los roles de género estrictos, porque son una gran mentira y sumamente problemáticos para la gente que trabaja activamente en un sector tradicionalmente masculino.

Los mitos sobre la inferioridad de la mujer basados en la fuerza, el entorno de trabajo y la falta de comodidad son, sencillamente, mentira. Y voy a decir por qué.

Mito 1: Las mujeres no tienen la fortaleza física que se requiere para trabajar en la construcción y en otros trabajos manuales típicamente masculinos.

La fuerza física es bastante subjetiva, pero lo primero que te dicen los que se oponen a que haya más mujeres trabajando en la construcción y en trabajos manuales es que las mujeres no tienen capacidad para realizar trabajos que son muy exigentes a nivel físico, como lo demuestra este comentario que me hicieron a un artículo que escribí: 

Anónimo ha comentado tu publicación “Mujeres, acoso y obras”: 

“Las mujeres no entendéis por qué la construcción es un mundo de hombres. La construcción es un ambiente de trabajo duro, muy físico, en el que hay que trabajar rápido y que, en algunas, o muchas, circunstancias requiere de la fuerza masculina. Las mujeres son una distracción porque a algunos hombres se les va el santo al cielo cuando hay mujeres cerca, y las obras no pueden, ni deben, tener esa clase de distracciones. Las mujeres no tienen el físico ni la fuerza suficientes para seguir el ritmo y hacer lo que los hombres hacen, y así es como Dios nos ha creado y separado por sexos”.

La fuerza física no es, por lo general, un hecho biológico. Criamos a los niños de forma que aprenden que la fuerza es importante y que tienen que ser físicamente activos y estar en forma, mientras que a las niñas las animamos a ser delicadas y frágiles. Este no es siempre el caso, ya que muchas niñas practican deportes y tienen muchos hobbies que requieren actividad física, pero es un malentendido habitual.

La fuerza es un constructo social, no un hecho biológico.

La fuerza es importante y la mayoría de los hombres tienen más masa muscular que las mujeres, pero solo con eso, nadie puede levantar objetos pesados y usar un martillo.

Pondré como ejemplo un trabajo tradicionalmente masculino: bombero. Muchos Estados tienen requisitos diferentes sobre el peso que un individuo tiene que poder levantar. Por lo general, se trata del peso medio de un adulto, entre 68 y 90 kilos. Cuando las mujeres se someten a estas pruebas, fallan más que los hombres.

Así que podemos descartar a las mujeres por ser físicamente inferiores o podemos ayudar a las personas a aprender a llevar objetos pesados según su cuerpo. Los hombres tienen más facilidad para levantar peso con la parte superior del cuerpo, y de esa fuerza carecen la mayoría de las mujeres. Es la forma de sacar mayor partido a la fuerza de un hombre.

Pero si permitimos que las mujeres decidan cuál es la mejor manera de levantar grandes pesos, veremos que adaptan el movimiento a su fuerza colocando la mayoría del peso y la carga sobre las caderas y, después, sobre los hombros. Es un ajuste sencillo, pero que nos ayuda a hacer el mismo trabajo de una manera segura. 

Mito 2: Las obras son lugares sucios e incómodos, a las mujeres no les gusta ese tipo de trabajo.

No estoy muy segura de por qué, supuestamente, es un problema que solo atañe a las mujeres. Conozco muchos hombres que odian con todas sus fuerzas trabajar al aire libre en un sitio lleno de polvo y en el que hace calor. Y conozco mujeres a las que les encanta.

Es una idea preconcebida que se basa en la premisa falsa de que las mujeres son superficiales y solo se preocupan por su aspecto.

Si fuera así, no existirían mujeres que son enfermeras y tratan a pacientes enfermos y llevan ropa de hospital el día entero. Pero así es. Y tampoco serían madres, porque tener hijos y educarlos no tiene nada de limpio.

Es un mito raro, pero la idea de que a las mujeres no les gusta la suciedad o no deberían ensuciarse tiene sus raíces en que a las mujeres se nos enseña que tenemos que complacer visualmente a los hombres.

Y aunque no tiene nada de malo que no te guste trabajar al aire libre sufriendo el calor, el polvo o la nieve, es, sencillamente, falso que se pueda extrapolar a un género entero. Y, además, que no se aplique al otro.

Si no te complace ver a una mujer cubierta de polvo o serrín, pues no la mires. Así de simple. (¿Ves? A las mujeres también se nos da bien resolver problemas).

Lo que realmente importa es que el trabajo se haga. La pinta que tengamos mientras lo hacemos no tiene importancia cuando entendemos que el trabajo físico implica sudor y calor y no discrimina según el género. 

Mito 3. Las mujeres van a querer que se las trate de forma especial en los trabajos tradicionalmente masculinos.

Muchas mujeres con trabajos tradicionalmente masculinos se quejan de que no disponen de aseos femeninos, equipos de protección personal que se ajusten a ellas y tienen que desempeñar el trabajo en entornos hostiles e intimidatorios.

Puede que haya quien llame a esto tratamiento “especial”, pero nadie tendría que sentir que su lugar de trabajo no es seguro ni hospitalario.

El comportamiento discriminatorio tiene consecuencias, como en el caso del contratista que no tenía servicios para sus empleadas, por lo que se veían obligadas a hacer sus necesidades al aire libre. Las empleadas de esta empresa también sufrieron acoso sexual, intimidación y se vieron presionadas para salir con los empleados.

Las víctimas denunciaron y las compensaron económicamente, pero ¿qué dice esto de la cultura que sufren las mujeres en sus puestos de trabajo? Tratar a tus trabajadoras del mismo modo que a tus trabajadores no es darles un tratamiento especial. De hecho, al parecer, algunos se complicaron la vida para tratar a las mujeres de un modo diferente, aunque no legítimamente.

Las trabajadoras también se quejan de que el equipamiento de protección personal no les queda bien, lo que es un peligro para ellas en sus puestos de trabajo que tiene fácil solución.

Un chaleco reflectante que no se adapta puede resultar incómodo en el mejor de los casos, pero mortal, en el peor. Si el chaleco es demasiado grande y holgado, puede quedar atrapado en las partes móviles de la maquinaria, lo que expone a la trabajadora a sufrir lesiones. Para las mujeres que trabajan en las vías del tren, un chaleco holgado puede resultar un peligro mortal si se queda atrapado en las partes móviles del tren o en el equipamiento eléctrico.

Proporcionar el equipo de protección adecuado a cada cuerpo es una necesidad y beneficia a todo el mundo en el puesto de trabajo.

Ser tratado como un ser humano con necesidades que pueden ser diferentes a las de los varones, no es un tratamiento especial. Es estar dispuesto a cooperar y es lo que dice la ley. 

Mito 4: Las mujeres no aportan nada diferente al lugar de trabajo.

Pero sí que aportan.

En otras ocasiones, he escrito por qué es importante que haya diversidad en el lugar de trabajo y cómo produce una mejor experiencia laboral para todos, en especial para aquellas que necesitan un mentor con el que puedan comunicarse.

Y esto es rotundamente cierto en todos los sectores y profesiones.

Las mujeres siempre se encuentran con que tienen que defender su lugar en la sociedad y en su puesto de trabajo.

Por alguna razón, todo lo que queremos hacer ya lo ha acaparado la mitad masculina de la especie, y nos lo venden diciendo que “así son las cosas”, en lugar de decir que han sido años de políticas discriminatorias y de un sexismo extendido.

El problema está en que quiero explicar cómo pueden contribuir las mujeres al trabajo manual, pero lo que yo diga no importa si asumimos desde el principio que las mujeres son física e intelectualmente inferiores.

Sin embargo, la verdad es que no se trata de lo que podemos aportar las mujeres a un puesto de trabajo, sino de lo que podemos obtener de él.

A algunas de nosotros nos gustan los trabajos acelerados y en continuo cambio que nos permiten hacer muchas cosas al mismo tiempo y estar activas, y si no se nos trata con dignidad y respeto cuando realizamos tales trabajos, tenemos todo el derecho a decirlo.

La verdadera cuestión es: ¿por qué le molesta a alguna gente? (Mirad el comentario de abajo. ¡Me hacen unos comentarios superamables!).

Anónimo ha comentado tu publicación: “Latinas que son la hostia: un recopilatorio de citas”.

“Por favor, cariño, cierra la puta boca. Soy el dueño de una gran empresa de construcción que factura más de 200 millones de dólares al año y, sin duda alguna, no contrataría a una idiota como tú. No puedes hacer el trabajo y eres una bocazas. ¿Por qué iba nadie a contratar a una tía problemática? Eres una imbécil. Madura, corazón”.

En medio de todos los comentarios sexistas, y a veces racistas, que tenemos que aguantar las mujeres solo por hacer nuestro trabajo, no es sorprendente que muchas de nosotras queramos desistir o buscar otras opciones profesionales.

Pero esto no significa que las mujeres no queramos ser obreras manuales. Es que habitualmente nos rechazan en esos trabajos que nos permiten utilizar estas destrezas.

Nos bombardean todos los días con imágenes que nos inculcan la idea de que, simplemente, esos trabajos no son para nosotras, como ese anuncio de Snickers que sugiere que los verdaderos hombres son unos acosadores sexuales y utiliza la figura del trabajador de la construcción sexista.

No deberíamos tener que luchar por que nos tengan el mismo respeto y consideración que se le tiene los hombres. Sin embargo, aquí me tenéis.

Pero hay un cambio positivo a la vista. A principios de 2014, el presidente de EE UU Barack Obama lanzó la Iniciativa de aprendizaje americana, que va a conceder subvenciones a gente que busca formarse en oficios cualificados. 

También hay un programa específico dirigido a mujeres, el Programa para la formación y el trabajo de mujeres en oficios tradicionalmente masculinos (WANTO por sus siglas en inglés), que es el único programa de subvenciones federales que forma específicamente a mujeres para que trabajen en sectores tradicionalmente masculinos. Por desgracia, este programa no recibió ninguna subvención en el año 2015, una demostración más de lo abandonadas que están las mujeres que quieren introducirse en estos sectores. 

La aprobación de la Ley para la Inversión en Mujeres y Mano de Obra en Trabajos Tradicionalmente Masculinos va a apoyar a las mujeres, pero no ha recibido demasiado apoyo por parte del Congreso. 

Porque de las pocas mujeres que han intentado entrar en trabajos manuales tradicionalmente masculinos, pocas lo han conseguido sin formación. Algunas tienen que invertir su dinero para recibir esta formación, lo que supone una carga financiera, que se une al estrés emocional de trabajar en un lugar en el que no te quieren y no te apoyan. 

Organizaciones como Trabajo típicamente masculino para las mujeres, Mujeres de verdad en el transporte, la escuela Hammerstone y Obreras cualificadas de Oregón Inc. (entre muchas otras) están formando mujeres, proporcionándoles orientación y escuchándolas cuando lo necesitan.

Las mujeres tienen mucho apoyo para dedicarse a carreras potentes, y creo que es necesario, pero mi feminismo no se olvida de que la igualdad significa apoyar a las mujeres en todas sus decisiones. 

No somos muchas las que soñamos con ser carpinteras, electricistas o trabajar en el metal, y es porque creemos que no podemos desempeñar esos trabajos. Pero aquí estoy yo para decirte que podemos y lo hacemos. 

EVERYDAY FEMINISM

Patricia Valoy es colaboradora de Everyday Feminism y residente en Nueva York. Es ingeniera civil, bloguera feminista y activista en el campo de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas, temáticas sobre las que escribe desde su perspectiva como latina y mujer en la ingeniería. El artículo original 4 Myths That Keep Women Away from Non-Traditional Employment ha sido traducido por Isabel Pozas González para El Salto.

Fuente: El Salto

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