noviembre 08, 2019

Lucía Dammert, experta en seguridad: “Tiene que haber un mea culpa respecto a la rapidez con la que se pasó a la represión”

La directora de Espacio Público señala que La Moneda "inicialmente creyó que este era un tema vandálico y no asumió que era político".


La socióloga y directora de Espacio Público, Lucía Dammert, ha estado atenta a todo lo que ha pasado en las calles desde que comenzaron las masivas protestas hace más de dos semanas. Asegura que la violencia era “un fenómeno social que estaba creciendo” y que el principal error del gobierno fue creer que se trataba de un tema vandálico y no político. Sobre la cancelación de la APEC y la COP25, dice que “es un tema que no debería alegrar a nadie”. A continuación, su conversación con Mujer Dínamo.

¿Cuáles fueron las causas de este estallido político/social?

Diría que fueron al menos tres elementos: primero, los escándalos de corrupción, colusión y fraudes que se fueron dando en el último tiempo con una percepción de impunidad; segundo, una elite política bastante poco cercana a la ciudadanía, que en los últimos meses mostró bastante poca empatía con los reclamos; y tercero, partidos políticos incapaces de encausar el reclamo ciudadano. Todos esos componentes hacen que el reclamo exista y sea totalmente desbordado, lo que genera más hechos de violencia.

¿Qué pasa con la violencia?

Hace mucho que tenemos violencia en las marchas, lo que pasa es que no habíamos querido reconocer que era algo mucho más sistemático. Siempre que ha habido hechos violentos en protestas o en partidos de fútbol, asumíamos que era un tema puntual y que iba a pasar. No hubo la estrategia gubernamental –de este gobierno o de los anteriores- de enfrentar esto como un fenómeno social que estaba creciendo. Y cuando se saca la policía y los militares no necesariamente las cosas bajan.

¿Cómo evalúas el actuar del gobierno?

En la primera etapa –las primeras 10 horas– el gobierno no estuvo. Y cuando retomó el control de la situación, lo hizo a partir del llamado a los militares. Creo que el gobierno inicialmente creyó que este era un tema vandálico y no asumió que era político, y eso le ha significado enormes costos a todos: al país, a la política y, por supuesto, al gobierno. Después entramos en esa etapa oscura de los días con toque de queda, donde se trató de acallar a la ciudadanía -con poco éxito- y finalmente el gobierno da un paquete de medidas que a todas luces es mediano, no del tamaño que debería tener. Una semana después decide cambiar el gabinete, pero con mucho imprevisto, con mucha sensación de improvisación. En ningún momento el gobierno parece sólido. No hay ninguna imagen del Presidente con un equipo atrás, sino que las dos imágenes que quedan son: él lleno de militares atrás declarando la guerra, y después sólo diciendo que le pidió la renuncia a su gabinete.

¿Por dónde habría que empezar a solucionar el problema?

Todo lleva a pensar que el gobierno va a tener que abrirse a discutir el proceso constituyente, porque el reclamo es muy estructural. En paralelo, se requiere que el gobierno haga una demostración de un ajuste respecto al tema tributario a los más ricos -no respecto a su ingreso sino respecto a su propiedad- y segundo, algunos beneficios sociales más específicos para un sector de la población.

¿Es una oportunidad para que se abran espacios para el diálogo?

Sí, pero se dio por el cansancio de la gente. Una oportunidad positiva habría sido en los primeros tres días. Ahora lo veo más difícil, porque hay muchos grupos que tienen sus propias agendas.

¿Cuál es la manera de actuar por el tema de los Derechos Humanos?

Primero que nada, el gobierno tendría que reconocer que el tema de los DDHH es una línea que no podemos cruzar, que cualquier situación va a tener consecuencias penales, administrativas y políticas directas. Y ahí no solo tendríamos que ver qué dice la Oficina del Alto Comisionado, el INDH y la Justicia. Tiene que haber un mea culpa respecto a la rapidez con la que se pasó a la represión. Si eso no ocurre, si no hay un proceso de reparación y justicia, difícilmente vamos a poder seguir avanzando. Que la respuesta haya sido la violencia también deslegitima la capacidad del Estado. Sin embargo, dado los tipos de hechos que hemos visto tampoco debe haber una expectativa de que el informe de Naciones Unidas diga que hubo una violación sistemática de DDHH, porque creo que estamos lejos de eso, pero sí puede reconocer que hubo violaciones de derechos puntuales.

¿Se necesita una reforma policial?

De todas maneras, inmediatamente. El tipo de estrategia policial que se desarrolla está puesto en cuestión, no sólo el uso de la fuerza, sino que también la capacidad que tienen para resolver este tipo de escenarios más complejos. Eso debería llevarnos a un proceso de reforma policial mucho más profundo que se tiene que plantear el gobierno.

Se levantó el estado de emergencia pero continuó la violencia, como con la quema de estaciones de metro. ¿Cómo se puede mantener el orden?

Cuando llegas a este tipo de situaciones de enfrentamiento directo, es bastante más complejo. Existen las estrategias policiales diseñadas para no terminar con los oficiales agarrándose a combos con el ciudadano. A simple vista, pareciera haber una respuesta policial muy fuerte a grupos que están marchando y se están expresando, pero de los más violentos hay una cierta distancia. Eso genera perplejidad en la ciudadanía y requiere ser investigado. Obviamente, la policía tiene el monopolio del uso de la fuerza y representa a todos los ciudadanos en la implantación de la ley y el orden, pero eso tiene que estar enmarcado siempre en los derechos de todos.

¿Qué te pareció la cancelación de la APEC y la COP25?

Es una mala noticia para Chile, para los temas que se iban a discutir y para el multilateralismo. Es una lástima que hayamos llegado a esto, pero el gobierno debe haberse sentido incapaz de dar seguridad a sus asistentes. Me parece que lo más difícil es lo de la COP25, porque trata de un tema que hasta hace dos meses era el más importante para nosotros, el cambio climático. Pero al tener un componente de sociedad civil, las posibilidades de que hubieran marchas se multiplicaban. Creo que es un tema que no debería alegrar a nadie, la gente debería tomar conciencia de lo que significa para el planeta, más allá de que Chile tenga un rol preponderante. Pero estamos en una circunstancia en la que hay que privilegiar el tema interno.

Fuente: El Dínamo

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