Nice Nailantei, la masái que cambió la mutilación genital femenina por la educación
![]() |
FOTO: JACOBO MEDRANO |
Nice Nailantei Leng’ete (Noomayianat, 1990), considerada una de las personas más influyentes del mundo en 2018 según la revista TIME, desafió las normas de su comunidad escapando dos veces de su mutilación genital, la primera con tan solo ocho años. Para los masáis de Kenia se trata de una práctica cultural muy importante, un rito que marca el paso de niña a mujer.
Ahora trabaja junto a Amref Health África, donde ocupa el cargo de Embajadora Internacional contra la Mutilación Genital Femenina (MGF), para erradicar esta forma de violencia que ya han sufrido 200 millones de niñas y mujeres en todo el mundo. Para ella, las claves del éxito son concienciar, dialogar y educar y la solución “tiene que venir de los miembros de la comunidad”, según ha explicado en una entrevista a Efeminista.
Un ejemplo de ello es su propia comunidad, donde ahora se practica un rito de paso alternativo en el que el corte ha sido sustituido por la educación, una forma de festejar la llegada a la edad adulta sin dolor ni sufrimiento y sin sentenciar el futuro de las niñas.
Un rito de paso que para convertirse en mujer
Pregunta.- Visita España y Europa para concienciar sobre la Mutilación Genital Femenina (MGF), ¿por qué se práctica?
Respuesta.- La mutilación genital femenina se practica en muchos países africanos y cada comunidad, o cada tribu, tiene sus razones. Por ejemplo, en mi comunidad, los masáis de Kenya, es un rito de paso que para convertirse en mujer.
Cada comunidad tiene sus propias razones y por eso no podemos copiar y pegar soluciones. Necesitamos invertir más en investigación para entender a cada comunidad, las razones por las que lo hacen y empoderarlas, porque el cambio tiene que venir desde dentro.
P.- En el caso de su comunidad, ¿por qué es difícil cambiar el rito de paso? ¿Qué implicaciones culturales tiene?
R.- Cambiar la cultura no es fácil y toma su tiempo. La mutilación genital es un rito de paso muy importante en la comunidad, no tiene nada que ver con religión, es solo una cuestión cultural. Se trata de cambiar el comportamiento, la actitud y la mentalidad.
“Si educas a una niña estás educando a toda la sociedad”
P.- El 78% por ciento de mujeres de etnia masái han sido víctimas de mutilación genital, ¿cómo afecta a sus vidas?
R.- Al ser un rito de paso de la niñez a la edad adulta es lo que determina que estás preparada para casarte y, por lo tanto, tienes que abandonar el colegio y te conviertes en esposa. Estas niñas tienen diez o doce años y su cuerpo no está preparado para dar a luz, ni siquiera está preparado para mantener relaciones sexuales. Tienen partos muy jóvenes y se enfrentan a muchas consecuencias para la salud.
Pero además afecta a la sociedad en su conjunto, porque, como decimos siempre, si educas a una niña estás educando a toda la sociedad.
P.- ¿Cual es la solución?
R.- La educación es importante, pero diría concienciar y tener diálogos con la comunidad. Es un asunto cultural que creen que está bien y que es importante para ellos, por eso necesitan entender cómo afecta a las vidas de las niñas. Y no solo con la MGF o el matrimonio infantil, sino que también nos aseguramos de capacitarlos en todos los temas sobre temas de salud y derechos sexuales y reproductivos.
La educación como rito de paso alternativo
“Aunque cambiemos la mentalidad de los hombres, de las mujeres, de los niños y niñas, si los líderes culturales no han dicho “basta”, la MGF no terminará.”
P.- En este sentido, ¿cree que ha aumentado la conciencia?
R.- Hemos creado mucha conciencia a través de un proyecto de ritos de paso alternativos. En todo el proceso lo que está mal es la mutilación, pero hay otras cosas como bailes, canciones, la celebración en sí o sacrificar vacas y cabras. Todo es una gran ceremonia y no es dañina. Lo que está mal es el corte, así que estamos sustituyéndolo con educación y las niñas son igualmente bendecidas por los líderes culturales.
Unas 17.000 niñas salvadas de la mutilación genital
P.- ¿Cómo se ha conseguido establecer este rito alternativo?
R.- Hay que convencer a la comunidad. Es la única forma en que puedan sentir que es suyo propio y de que sea sostenible a largo plazo.
En Kenia y Tanzania haciendo esto con ellos como comunidad hemos podido salvar a casi 17.000 niñas que ahora son mujeres sin corte y mayoritariamente están recibiendo educación.
“Mi momento llegó cuanto tenía siete años”
“Nos levantamos a las cuatro de la mañana y nos dimos una ducha fría. El agua fría se supone que actúa como anestesia, porque no te dan ninguna inyección y no puedes llorar ni moverte”
P.- En su caso, usa su propia experiencia escapando de la mutilación genital para concienciar, ¿cómo fue?
R.- Mi momento llegó cuando tenía siete años y no ocho, que era cuando se suponía que iba a sufrir el corte. Nuestra circuncisión estaba planeada para mi, para mi hermana -que tenía dos años más que yo-, y para mis tres primas.
Nos levantamos a las cuatro de la mañana y nos dimos una ducha fría. El agua fría se supone que actúa como anestesia, porque no te dan ninguna inyección y no puedes llorar ni moverte. Después de la ducha fría nos escapamos corriendo y nos fuimos a casa de mi tía. Después de una semana, mi tío y varios hombres vinieron, nos golpearon, amenazaron y nos hicieron prometer que la próxima vez no nos escaparíamos.
“Teníamos que huir por nuestra educación”
Tiempo después volvieron a por nosotras, nos levantaron a la misma hora, nos dimos la ducha fría y le dije a mi hermana que teníamos que escapar las veces que hicieran falta (…). Pero ella me dijo que no podíamos correr cada vez, que la otra vez nos pegaron y amenazaron y quizá esta vez podía ser peor. Me dijo que si ella accedía a ser practicada el corte, quizá yo podría evitarlo. Intenté convencerla pero no fue fácil, me dijo “vete, no se lo diré a nadie”. Creo que fue uno de los momentos más duros de mi vida.
La solución era dialogar con la comunidad, no “huir”
P.- Cuando decidiste que querías cambiar las cosas, ¿por dónde empezaste?
R.- Tuve una profesora en quinto grado, Caroline, a la que admiraba y que me decía que si quería ser profesora como ella, tenía que seguir en el colegio. Ella me animó a que hablara con mi abuelo, así que me decidí y le dije que si intentaban practicarme la MGF me escaparía y nunca volvería. Él habló con el resto de la familia.
Con el tiempo decidí que necesitaba volver a mi comunidad porque como dicen “la caridad empieza en casa”. Huir no era una solución, solo había que encontrar una manera de hablar unos con otros, de dialogar. Por eso comencé hablando con mi familia, mis amigos, mis vecinos.
P.- Los últimos años estamos asistiendo al auge del feminismo, ¿de qué manear ha afectado a su comunidad y su país?
R.- Tenemos muchas mujeres escalando posiciones políticas, que son consejeras delegadas de grandes compañías, en periodismo, en ciencia. Todavía hay un largo camino por recorrer, pero tenemos que celebrar los pequeños logros.
No solo en África no es fácil para las mujeres, sino en todo el mundo. Es interesante ver cómo en estos países como los que “queremos ser”, las mujeres aún están tratando de conseguir estar presentes porque todavía no confían en ellas.
“Dejemos que las niñas sueñen”
P.- Ha comentado que su profesora fue quien le inspiró y le dio la fuerza para luchar por la educación, en este sentido, ¿qué mensaje inspirador le mandaría a las niñas?
R.- A las niñas les diría que aprecien a las profesoras (…). A mi me gusta homenajearlas y me gusta honrar a mi profesora porque ella me dio esperanza y me hizo creer en mi misma, y por eso soy la mujer que soy hoy.
Mi mensaje para las niñas es que pueden ser lo que quieran ser, que son inteligentes, que no sientan que por ser chicas las matemáticas no son para ellas, por ejemplo. Dejemos que sean como quien les inspira, no hay nada que les impida no serlo, dejemos que sueñen. Les diría que ocupen todos los espacios que creemos que no son para nosotras, porque todas las personas tenemos las mismas capacidades.
Por Laura de Grado
Fuente: Feminista