agosto 03, 2020

Politicemos todos los trabajos que se acumulan en el espacio doméstico


«¿Qué está sucediendo dentro de los hogares? ¿Cuándo lograremos salir de esa herencia del paterfamilias?», analiza Luisa Fuentes Guaza.


Una mujer y una niña hacen labores en la cocina. ELVIRA MEGÍAS

¿Qué nos impide nombrar, cuantificar y politizar al máximo todos los trabajos que se acumulan en los espacios domésticos u hogares? ¿Será porque aún el poder está condicionado por la creencia del feminismo igualitario que dice que las nuevas luchas reproductivas se deben a que hemos pasado de una mística de la feminidad a la mística de la maternidad unida a la lógica del paterfamilias sobre el espacio doméstico, que sigue muy presente, como asunto privado librado a sí mismo? ¿Será que este terremoto vírico manejado desde resortes totalitarios nos va a dar la oportunidad de entrar a politizar los trabajos que se acumulan en el espacio doméstico u hogares?

Igual nos sirve para acelerar procesos de lucha, dentro de las luchas reproductivas, por el simple hecho de que ya nuestros cuerpos están completamente desbordados por la acumulación de trabajos sobre el mismo. Trabajos que antes eran asumidos por un entramado de apoyos públicos, familiares y emocionales varios, desde un andamiaje público endeble e insuficiente. Todo sostenido con palicos y cañicas, que ahora mismo recaen casi en su totalidad sobre los cuerpos “mujeres” madres o cuerpos maternos (somos el 85%). Hogares o espacios domésticos que han pasado a ser espacios políticos fundamentales para sostener al machosistema, sin que este los reconozca como tal. Espacios donde se están asumiendo todas las actividades que antes eran compartidas por varias fuerzas: colegios, parques, extraescolares, comedores, refuerzos terapéuticos, apoyos familiares, no-familiares, cuidadoras externalizadas, grupos de crianza, comunidades aprendizaje… 

¿Podrá ser que ahora podamos acelerar un proceso de lucha (¡urgente!) que se viene gritando desde el feminismo autónomo italiano de los setenta para resolver, al fin, parte del nudo social/político y económico que tiene el sistema productivo o turbocapitalismo con lo reproductivo, es decir, con todo lo propio a la actividad humana de gestar, criar y sostener? ¿Podremos entrar ya a desentrañar qué trabajos y cargas se van acumulando en el espacio doméstico u hogares cuando asumen las crianzas o qué pasa ahora con crianzas encerradas donde ya no llega el andamiaje público? ¿Está reforzando toda esta crisis sanitaria la creencia que hemos heredado del paterfamilias –que nos impregna profundamente (muy presente en el Código Civil)– sobre cómo entendemos los hogares y sus dinámicas? 

Para poder acelerar esta lucha, tendríamos primero que desmontar esa lógica del feminismo igualitario (feminismo que está ahora en el poder) que asocia nuestras luchas y demandas reproductivas con ser las herederas del Tea Party (como cuenta de maravilla Cate Blanchett en Mrs. America haciendo de la antifeminista Phyllis Schafly, amiguísima de Ronald Reagan). 

Luchas, las nuestras, que establecen alianzas con movimientos feministas no-coloniales y antirracistas que buscan articular nuevas coordenadas para actualizar las reproductivas. Luchas donde pedimos desentrañar, nombrar y cuantificar, es decir, la politización máxima del espacio doméstico. Saber qué pasa dentro de los hogares como simple estrategia para revelar la vulneración normalizada de derechos y libertades de las trabajadoras del hogar y de los cuidados originarias de contextos atravesados por violencias y crueldades varias.

Y, también, revelar la acumulación de cargas y trabajos sobre los cuerpos maternos que asumen la actividad humana de sostener menores a cargo. Y, desde ahí, poder comenzar un ejercicio político de sacudida interna del machosistema (donde se revelarían sus vergüenzas) para establecer nuevas políticas de distribución del cuidado y nuevos andamiajes públicos (por inventar) que sostengan las crianzas y que respeten los derechos psicofísicos fundamentales de los cuerpos maternos y de las criaturas (protección del vínculo).

No vale esa narración desde el feminismo de la igualdad que dice que hemos pasado de una mística de la feminidad (Betty Friedan, 1963) a una mística de la maternidad, como nuevas guardianas de lo doméstico. Nadie está pidiendo basar su identidad en hacer bizcochos. Ni reforzar toda la onda de la madre-función-del-padre (Victoria Sau) cuando hoy en España hay cerca de 2.000.000 de familias monomarentales. No se sostiene eso de que estamos sacando del baúl de nuestras abuelas (que sí eran esclavas domésticas) estereotipos de esencialización y mitologización que reproducen la opresión entre nosotras. No, somos herederas de Butler. Estamos dislocando el binarismo, y volcando las herramientas que nos ofrecen las luchas identitarias para desmontar las normativas sobre cómo hay que ser, encajar, sostener, hacer y manejar los trabajos maternos.

No, compañeras, nadie ansía frenar sus expectativas profesionales. Nadie quiere reproducir estructuras familiares o unidades familiares de dependencia. Nadie quiere reproducir modismos conservadores, reaccionarios o machoadaptados. Todas queremos ser autónomas y funcionar bajo nuestras derivas.

Y una vez superada esta lógica del igualitarismo, que intenta negar nuestras luchas y demandas, tendríamos que entrar en la politización a tope del espacio doméstico. Espacio que se ha visto desbordado por toda esta crisis vírica. ¿Qué sucede en el espacio doméstico donde se realizan los trabajos maternos agravados por esta crisis sanitaria? ¿Cuántos trabajos y cargas se acumulan sobre los cuerpos? ¿Qué pasa aquí dentro? ¿Podremos entrar a desentrañar, nombrar y cuantificar todos los trabajos que se acumulan en el espacio doméstico y así poder establecer nuevas políticas de distribución del cuidado desde el respeto a los derechos psicofísicos de los cuerpos “mujeres” madres y de las criaturas (que curiosamente son las más olvidadas dentro de este loco sistema turbocapitalista)? 

¿Podemos entrar a desentrañar qué pasa en el espacio doméstico como estrategia para resolver por qué el sistema productivo excluye la reproducción o por qué las actividades humanas de reproducción social están fuera de las lógicas del capital siendo reproductora de las fuerzas de trabajo y riqueza? ¿Qué función tiene el espacio doméstico donde se acumulan los trabajos maternos para la continuidad de la vida? 

Abriendo este melón, podríamos ser parte del proceso para generar condiciones de trabajo decentes para las trabajadoras del hogar y de los cuidados que asumen los trabajos y cargas de manera externalizada. Y, con ello, acabar con el normalizado sistema de abusos sobre estos cuerpos “mujeres”. Podríamos, también, salir de la inoculada creencia del espacio doméstico como lugar históricamente asignado a los cuerpos “mujeres” donde se acumulan trabajos y cargas sobre los cuerpos maternos de manera silenciosa. Salir del espacio doméstico como asunto privado que se rige bajo las machoexpectativas del paterfamilias, donde sigue funcionando la autoridad basada en la potencia económica. La negación insultante del valor estructural que tiene la crianza en todo este sistema que nos envuelve y la reproducción del eje opresor sobre los cuerpos maternos armado por la soledad o negación de distribución del cuidado, por el cansancio o estrategia de control social y por la patologización como estrategias para negar los movimientos internos que suceden en el puerperio (como narra visualmente la performer Paloma Calle en los ejercicios 1 y 2 de la serie Gravedad, 2020, realizada durante el confinamiento). 

¿Qué está sucediendo dentro de los hogares? ¿Cuáles serán las nuevas políticas de conciliación y tipología de prestaciones que se han de establecer para remunerar las cargas de trabajo sobre los cuerpos “mujeres” que tiene que asumir los trabajos “productivos” (según las lógicas de trabajo asalariado), logísticos, alimentarios, transporte, sostén, psicoemocionales, además del acompañamiento del trabajo intelectual de las niñas y niños que se propone desde los colegios? Sin olvidar el trabajo de amortiguar todas las carencias por la inexistencia del juego/socialización compartidos por los menores (requisito fundamental para un desarrollo deseable para menores de 12 años). ¿Cuándo lograremos salir de esa herencia del paterfamilias?

Por Luisa Fuentes Guaza, es coordinadora del grupo de estudios sobre maternidades en el Departamento de Actividad Públicas del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y fundadora de Futuridades Maternales.
Fuente: La Marea

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