La anguila de Paula Bonet y la violencia de género
¿Qué pensarían ustedes de un profesor universitario que utiliza su clase como coto de caza de las alumnas más pequeñas de la Facultad?
Un profesor que teje su red para atrapar a chicas muy jóvenes con las que surtir su lista de conquistas, chicas a las que elige cuidadosamente y enreda poco a poco. Un profesor que mantiene relaciones sexuales con ellas también en su despacho, utilizando un evidente desequilibrio de poder.
Nada nuevo que no hayan oído en alguna ocasión que ha sucedido en la universidad. Leer la anguila de Paula Bonet (2021, Univers en catalán y Anagrama en castellano) es un golpe en el estómago. Es un proyecto personal de la autora (uniendo escritura y pintura) que entrelaza su historia de violencia de género con otras muchas historias que cuestionan la violencia de algunos hombres. En el libro denuncia la violencia de género que hace muchos años, siendo más joven sufrió, y cuenta que “no es un ajuste de cuentas” porque ha sido paciente y ha entendido que es importante hablar desde un lugar sereno: “Consigo hacerlo porque no hay sed de venganza.”
Un profesor que se sabe atractivo, que tiene veinte años más que esa alumna inexperta que llega a su clase por primera vez. Cuando la elige como su favorita se emplea a fondo enviándole poemas de contenido sexual, insiste en invitarla a cenar, le propone ir a su casa, poco a poco multiplica sus llamadas telefónicas, le presenta a sus amigos ( también mucho más mayores que ella), pidiéndole en ocasiones que lleve a sus amigas de la facultad a las fiestas que organizan. Uno de estos amigos tan cultos, Premio Nacional de Poesía, tiempo después se convertirá en su violador, aprovechando que ha bebido e ignorando su NO. Paula Bonet expresa: “Vinculamos la violación o el abuso a un perfil de hombre incorrectamente –responde–, se da en todos los ámbitos, y hay malas personas que son premios nacionales”. Como Pablo Neruda, “gente que coge lo que le viene en gana” y que plantean el eterno debate sobre la distinción entre el autor y la obra.”
La alumna marca distancia como puede y sabe, incluso poniendo un océano por medio y vive una vida que, más tarde, también fagocitará palmo a palmo el profesor.
La joven crece, madura, se transforma en una mujer adulta y entonces deja de interesar con igual intensidad al profesor, aunque nunca la acaba de dejar ir. Esa relación marcará otras relaciones posteriores que también narra en su libro. Paula Bonet escribe una historia desgarradora, valiente que la prensa ha relacionado con otra novela, El consentimiento de Vanessa Springora. Pero en La anguila no aparecen los nombres reales, Bonet argumenta: “Me hubiera gustado denunciarlo con nombre y apellidos cuando sucedió, pero no era ni consciente de que había sucedido. El libro explica cómo a veces necesitamos quince o veinte años para entenderlo, nadie quiere ser víctima, pero, si no entiendes que has sido víctima, tampoco podrás dejar de serlo, no podrás sobrevivir al dolor que te han causado”. También expone que no necesita decir el nombre del profesor, ni del violador, aunque expresa que si se supiera se sentiría “Aliviada. No lo necesito y no lo voy a hacer yo, pero si el resto del mundo sabe quiénes son, las chicas estarán más protegidas de esos depredadores. Los padres creen que, cuando sus hijas van a la universidad, están en un lugar seguro. Yo quiero que mi sobrina esté en un lugar seguro”.
Bonet evidencia:” Te hacen sentir vergüenza por sufrir un aborto, te hacen sentir culpabilidad porque un señor que te dobla la edad y se encapricha de tu cuerpo te viola, y seguramente muchos hombres que han hecho lo mismo no son conscientes de lo que han hecho. Cuando una mujer lo hace público se expone a que se la victimice doblemente y a ser ella el objeto de burla y vergüenza. Pero la vergüenza y la responsabilidad son del abusador”.
Y en relación al contexto universitario destaca: “Yo tuve una compañera de clase que me avisó y no la supe escuchar. Y había cosas evidentes. Pero el sistema está instaurado desde el mismo léxico, o de las películas, que nos colocan como un envoltorio y están llenas de escenas gratuitas donde el cuerpo de las mujeres es utilizado y es el hombre quien toma las decisiones. Hay pocas historias que muestren igualdad de género y hagan entender a los niños y niñas que las cosas no deben ser así. El problema es que normalizamos estas relaciones de abuso de poder. En el caso del Hombrecito [ el profesor] están la mayor edad y la mejor posición económica y que como profesor decide sobre tu expediente académico. El propio sistema y el entorno permiten que esto pase y lo alimentan. Son personajes muy siniestros que se comportan así con sus alumnas y saben el poder que tienen sobre alguien como tú, que quiere ser como él. Y durante mucho tiempo se les ha aplaudido mientras que las mujeres que son víctimas acaban insultadas como guarras y zorras”.
Paula Bonet define este proyecto tan personal como una carta de amor a todas las mujeres, y señala “Ilustro para poder pintar y escribir; ilustro para comer y pinto y escribo para vivir”.
Para poder denunciar las víctimas de violencia de género necesitan no estar solas, que las ayuden a enfrentarse a los acosadores y , también, esas personas que las ayudan, para hacerlo, necesitan que los protocolos universitarios contemplen su protección frente a los acosadores. Hay que evitar la Violencia de Género Aisladora cuya finalidad es dejar solas a las víctimas. Es una realidad cotidiana para muchas víctimas. No debemos olvidar que existe. Y debemos combatirla. Porque se puede transformar. La anguila también nos lo muestra.
Por Consol Aguilar
Fuente: Diario Feminista