octubre 22, 2021

Patricia González dinamita los estereotipos sobre las mujeres en la Antigua Roma con «Soror»



Patricia González (retratada por Jeosm Photography), autora de "Soror. Mujeres en Roma", junto a la portada de su libro. Ambas fotografías cedidas por Desperta Ferro.


El sexismo de una sociedad absolutamente patriarcal privó de nombre a las mujeres en la Antigua Roma. Pese a ello, muchas pudieron desarrollarse profesionalmente en casi cualquier empleo, ejerciendo como grandes médicas, poetas y hasta gladiadoras, así lo señala la historiadora especializada en género Patricia González Gutiérrez en su última obra «Soror. Mujeres en Roma» (Desperta Ferro Ediciones), un ensayo que rompe con todos los falsos mitos que nos han llegado acerca de las romanas. 

Para González, que ha participado en la serie de Movistar “El corazón del Imperio” como asesora histórica, la publicación de «Soror» es una oportunidad para «salir de su burbuja académica», «cambiar la mirada» y dinamitar los estereotipos que la escuela y los libros de texto nos han dejado sobre la historia de las mujeres en Roma.

En una entrevista con Efeminista, la autora de «Soror» indaga acerca del papel de la mujer en la Antigüedad, sobre quién recae la culpa de la invisibilización de la faceta más activa de esta y la necesidad de revertir estas creencias desde la educación. 
«La mujer del César no solo debe serlo, sino también parecerlo»

Pregunta.- ¿Por qué es necesario estudiar la Historia con mirada violeta?

Respuesta.- Realmente porque siempre ha tenido mirada de género, pero ha tenido la mirada de un solo género. Cuando se ha hecho siempre una historia androcéntrica en esa historia positivista de batallas, reyes y personajes importantes, se ha obviado mucho las dinámicas de poder que permitían eso. Entonces tenemos que cambiar la mirada precisamente para entender mejor la sociedad porque nos hemos dejado a muchísima parte de la Historia de por medio y estaba ahí.

P.- El dicho «La mujer del César no solo debe serlo, sino también parecerlo», ¿qué opinión le merece?

R.- Aparte del cinismo de esa frase, porque evidentemente hay un uso político del adulterio y los escándalos, y eso lo vemos en general en toda la historia de Roma, -cómo se tapan cuestiones políticas con cuestiones familiares-, el tema del honor es muy importante porque nos ha marcado muchísimo en lo que concebimos que es el honor, la reputación de la mujer… En el fondo lo que nos pasa en Roma y lo que nos ha llegado hasta ahora es que las mujeres no tienen una entidad propia, tienen una entidad familiar.

El que una mujer cometa adulterio o sea violada, que en Roma es más o menos lo mismo, no se juzga por cómo afecta a la mujer o por el consentimiento que pueda dar o no la mujer, sino por cómo afecta a la familia y a los hombres. En el fondo violar a una mujer es considerado algo terrible por cómo afecta a los hombres relacionados con ella. Hoy seguimos más o menos igual, el tema de la reputación, el “qué dirán”, si soy o no una chica fácil… Seguimos perpetuando esa diferencia en la que los hombres hacen un poco lo que quieren pero las mujeres tienen que tener siempre en cuenta cómo se las va a mirar porque la mirada es siempre diferente.
Carentes de nombre

P.- Las mujeres por no tener, no tenían ni nombre.

R.- En realidad nunca lo tuvieron, llegaron a tener algo parecido. El nombre romano es un DNI, los romanos tenían nombre propio, nombre familiar y una especie de apodo que les identificaba. Las mujeres nunca llegaron a tener esa primera parte porque su valor no era como individuo, sino como parte de una familia y una comunidad. Cuando intentaron entrar más en el ámbito público, tuvieron más agencia, más actuación política, sí que necesitaban ser identificadas y por eso adquirieron esa segunda parte. Pero todas las hermanas se llamaban igual, y se llamaban igual que sus tías, todas las Julias de la familia Julia eran Julia aunque luego la pusieran un apodo porque su función como individuo era irrelevante ante su función como símbolo.

Hay una autora, Almudena Hernando, que habla del origen del patriarcado, y dice que a las mujeres se les atribuye una identidad relacional y a los hombres individual y cómo se ha ido potenciando eso. Los hombres son individuos que se creen independientes y las mujeres son seres más relacionales, son educadas para ser parte de una comunidad, por eso se las educa en la emotividad, en las relaciones familiares, y esa es parte de un construcción de género que naturalizamos y si no lo analizamos, y hacerlo en Roma es muy útil porque está lo suficientemente alejado para tener perspectiva y poder preguntarnos y ver lo que no nos preguntamos y vemos en nuestra sociedad, lo vamos a seguir repitiendo porque no nos estamos haciendo las preguntas correctas.
Madres pero también escritoras, médicas y herreras

P.- ¿Cuáles son los falsos mitos que nos han llegado de las mujeres romanas?

R.- Nos han llegado muchos falsos mitos precisamente porque nos hemos creído mucho a las fuentes. Cuando se escribe siempre hay una intención detrás, todos hablamos de nuestro punto de vista, y siempre se habla de la mujer como la mujer ideal, la matrona que es doméstica, que cuida los hijos, que es madre y esposa… Eso es lo que hemos ido transmitiendo, una idea de esas esferas separadas donde el hombre tiene lo político, lo público, y la mujer lo doméstico, lo familiar… Pero, cuando se baja al barro de la realidad, vemos que no es así, nunca ha podido estar la mitad de la población encerrada de casa solo haciendo trabajo doméstico, porque por muy productivo que sea, no funciona así la cosa.

De pronto, cuando bajamos a la epigrafía, a la arqueología… Resulta que hay mujeres trabajando en el espacio público, escribiendo desde novelas a tratados de música, siendo médicas, vendiendo en el mercado… Vemos una sociedad mucho más compleja de lo que se ha transmitido porque en el fondo en los libros de texto del colegio seguimos viendo una división continua entre la mujer doméstica que se queda en casa y el hombre político que sale a la calle. Es importante romper con ello.
Invisibles ante la Historia

P.- ¿Qué profesiones podían desarrollar las mujeres en la Antigua Roma?

R.- En realidad tenemos casi todo, excepto aquellas que están estrictamente prohibidas, que son los cargos públicos. Nos encontramos mujeres en casi todas las profesiones: herreras, armeras, incluso una recaudadora de impuestos, bibliotecarias, copistas, poetas… En todo el campo de las profesiones nos vamos a encontrar mujeres: herrería, cantería, en fábricas… Siempre han estado ahí, no en la misma proporción que los hombres, evidentemente, pero siempre han estado. Lo que pasa es que no lo hemos querido ver.

P.- ¿Por qué se ha invisibilizado esta faceta suya?

R.- Porque no interesaba, ni a las fuentes romanas que querían dar una visión estereotípica porque tenían unos intereses en que eso se mantuviese, ni tampoco interesaba hasta hace muy poco, en general, y sigue pasando que se invisibilizan muchas cosas simplemente por inercia y por una cuestión de no querer ver.

Pasa con las médicas, por ejemplo, hay mucha gente que se sigue sin creer que hubiera médicas en Roma y que cuando encontramos la palabra médica es simplemente que son comadronas, que de nuevo está la lectura de “¿por qué crees que una comadrona es menos que un médico?” y “¿por qué crees que los médicos son solo hombres y que no hay médicas?”.
El trabajo doméstico también es trabajo

P.- Desde muy pronto se enseña a los niños y niñas en los colegios esta idea preconcebida de que la mujer romana se quedaba cuidando de los hijos y el hogar mientras el marido trabajaba, ¿es posible revertir esta creencia y enseñar desde la infancia que las mujeres también escribían y participaban en juegos gladiatorios, entre otros?

R.- Hay dos cuestiones que hay que romper, una, que las mujeres no salían de casa para trabajar y no tenían trabajos remunerados y asalariados, y dos, que el trabajo doméstico no es trabajo, que es algo que también se cuela en ese sistema. Las mujeres que están tejiendo, produciendo, criando… no están trabajando, están en el hogar, “disfrutando de tiempo libre” cuando en realidad las mujeres son las que menos tiempo libre tienen.

Sí, es posible revertir esta creencia y cada vez se está haciendo más porque las nuevas generaciones tienen, espero, un poco más de perspectiva de género, y son la gente que están llegando a los colegios porque también se buscan las castañas. Yo he estado por ejemplo en un colegio colaborando dando charlas sobre género. Se está haciendo trabajo porque eso se revienta, pero cuesta mucho que eso permee, que llegue a los libros de texto de manera generalizada y realmente se empiece a educar de otra forma, va a pasar un tiempo. Desde la investigación, a la divulgación, a la educación, hay ahí unos pasos que no es fácil romper con ellos.

«La historia de Livia es tan historia como la de Augusto»

P.- ¿Quién le gustaría que leyera «Soror»?

R.- Me gustaría que lo leyera todo el mundo porque tendemos a pensar que la historia de las mujeres es solo de mujeres, mientras que la historia positivista es de todos, y es algo muy perverso. Es perverso pensar que la historia de los hombres es algo común, pero la historia de las mujeres es solo de mujeres y que solo van a leer mujeres, es la historia de todos, y este punto es el importante, que empecemos a asumir que la historia de la infancia, la historia de lo social, la historia de las mujeres, la historia de las disidencias sexuales…

Es muy importante crear genealogías, de hecho, la historia de género empezó creando genealogías y con que todo el mundo pueda decir «esta también es mi historia», creo que rompe con la masculinidad más normativa. La historia de Livia es tan historia como la de Augusto. Vale para romper con las dinámicas sociales y con esa masculinidad normativa y esas normas de género tenemos que ser conscientes de que estas historias son las historias de todo el mundo.

Natalia Ibáñez Guinea
Fuente: EFEminista

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