Lucha Castro: “Hay jóvenes feministas que no saben quién somos ni el precio que tuvimos que pagar
Lucha Castro, activista y abogada por los derechos humanos. MANOLO GARCÍA
Hay unos bajos del barrio de Gràcia que son como un santuario mexicano. Y no solo porque ahora –y esto lo saben muy pocos– viva allí una de las mujeres más poderosas de la historia reciente de este país, sino también porque el aposento principal está repleto de estampas y estampitas, de láminas y recuerdos de su Chihuahua natal, de una infinidad de objetos chillones que una no sabría decir si abruman o si dan paz, seguramente las dos cosas a la vez. Repaso las paredes: una cruz con una mujer crucificada, una Frida Kahlo mirándonos, un rincón de oración con una virgen de Guadalupe y ahora también una Moreneta, cristales tallados y piezas de plata diversas y variadas, un precioso tapiz florido de punto de cruz… Y la joya de la corona: un rosario que le regaló el papa Francisco cuando viajó a Ciudad Juárez. Todo ello en unos bajos de un barrio que está de fiesta mayor, ajeno a esta vecina que se instaló porque tuvo que abandonar su México natal hace más de dos años (después le preguntaré por qué).
“Sí, en México tenía mucho poder”, dice Lucha Castro, que tiene 70 años, mientras se recoloca en el sofá, a la luz del patio de luces. Activista, abogada y referente del feminismo previo a las redes sociales en México, esta mujer es querida (y temida) porque en los 90 empezó a visibilizar y denunciar los asesinatos indiscriminados de mujeres mexicanas. Durante casi tres décadas, fue la abogada de familias desamparadas que veían cómo, de un día para otro, desaparecía su hija, su madre, su hermana, su novia, su amiga. Ella sabe qué es escuchar, acompañar y defender a familias destrozadas por una desaparición en un mundo que no utilizaba todavía la palabra “feminicidio”. Ella sabe qué significa enfrentarse a gobiernos, a la Iglesia, a los cárteles para conseguir un “mundo sin violencia”. Sabe qué es luchar en un mundo plagado de indiferencia donde costó mucho que se hiciera caso a sus protestas y a las de sus compañeras, que por primera vez clamaban el himno Ni una más.
Para conocer uno de los casos que llevó Lucha Castro, en Netflix está disponible el documental Las tres muertes de Marisela Escobedo, sobre la historia de esta enfermera que en 2008 denunció públicamente que se había dejado en libertad al asesino de su hija y que por haberlo hecho acabó con un disparo en la cabeza en la puerta del Palacio de Gobierno, donde protestaba contra el sistema judicial.
Me he pasado la vida leyendo expedientes de mujeres torturadas y violadas, y es terrible
Lucha Castro, como su México y su casa, es un torrente de color y esperanza, pero también acumula mucho dolor: "México es un cementerio a lo largo y ancho del país, hay más de 100.000 personas oficialmente desaparecidas, todavía son asesinadas diez mujeres al día. Me he pasado la vida leyendo expedientes de mujeres torturadas y violadas, y es terrible. Ahora bien, también hay estrategias para cuidarse y conseguir que el dolor no te coma las entrañas, ni el odio y el enojo. En las asociaciones donde yo he estado, teníamos psicólogas que nos acompañaban, meditábamos… En cualquier caso, yo soy feliz: no entendería mi vida como mexicana de otro modo, sin luchar”.
A las jóvenes feministas
En un mundo presentista como el actual, resulta casi radical escuchar voces como la de Lucha Castro y otras feministas que abrieron camino cuando tantas no habíamos ni nacido. Es un acto de memoria y también de sororidad conocerlas, reconocerlas y aprender de lo que consiguieron sin Instagram ni Twitter. Como cuando plantaron una inmensa cruz de clavos ante el Palacio de Gobierno, cuando anduvieron 360 kilómetros por el desierto cargando una réplica para denunciar los asesinatos de mujeres o cada vez que empoderaban a una mujer a través de su activismo judicial, que les llevó a proporcionar representación legal gratuita a centenares de víctimas.
A Castro le gusta considerarse abuela (una de tantas) de todas las jóvenes feministas de hoy en día: “Me entusiasma haber sembrado la semilla que hoy germina en las conciencias de tantas mujeres, que se asumen feministas y exigen, denuncian y acompañan. Son un orgullo”. Si se le permite, dice, también tiene una petición: “Me duele que algunas jóvenes feministas no sepan quién somos, ni qué hicimos, ni el precio que tuvimos que pagar. Abrirles el camino no fue fácil. Antes, asumirse como feminista era realmente un riesgo. Si protestabas en la calle, te agredían, te gritaban vieja loca y otros insultos".
Cuando te enfrentas frente a frente con la muerte no puedes hacer otra cosa que abandonarlo todo y abrazar a la familia
Por qué Catalunya
Ya hace casi dos años y medio que Lucha Castro decidió abandonar su casa de Chihuahua y establecerse en Barcelona. Antes de marchar, se lo pregunto:
– ¿Por qué te fuiste de México?
– Me dieron tres meses de vida por un cáncer terminal, y cuando te enfrentas frente a frente con la muerte no puedes hacer otra cosa que abandonarlo todo y abrazar a la familia. Y su familia, repartida por el mundo, creyó que Barcelona era un buen lugar para abrazarse.
Aquí, por suerte, la oncóloga le alargó el diagnóstico y pudo hacer aquello que siempre había querido hacer pero la urgencia de la lucha nunca le había permitido: escribir un libro que recoge las memorias del nuevo mundo que ellas ayudaron a parir desde México. Lo podéis encontrar en las librerías: Una lucha colectiva. Testimonios, editado por otra mexicana residente en Barcelona, la periodista Eileen Truax.
Fuente: https://es.ara.cat