Preservativo femenino o para vulvas: una herramienta de autonomía y autocuidado
Ilustración: Luciana Peinado
Especialistas aseguran que, a pesar de la falta de información y otras dificultades en el acceso, este método ayuda a tener mayor control en la protección en las relaciones sexuales y fomenta el empoderamiento.
Vivir una sexualidad placentera, saludable y protegida es posible si se incorporan prácticas de autoconocimiento y de cuidado tanto de una o uno mismo como de las personas con las que se mantiene relaciones sexuales. Además, para establecer vínculos desde el deseo, consensuados y placenteros, es importante disponer de la información necesaria sobre la diversidad de métodos anticonceptivos y, así, poder elegir cómo cuidarse.
Poner sobre la mesa toda la variedad de formas de cuidado para prevenir embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual (ITS) permite que las personas tengan un mayor control en las decisiones en torno a encuentros sexuales. A su vez, hace posible contemplar otras formas de protección en vínculos no heterosexuales. En esa variedad está el preservativo femenino –también denominado preservativo para vulvas o interno–, una herramienta para el empoderamiento de las mujeres, cortar la dependencia del preservativo masculino o para penes y, también, una forma de protección frente a las ITS en encuentros sexuales con otras mujeres.
En términos técnicos, el preservativo para vulvas es una funda de poliuretano con un anillo en cada extremo, que se introduce en la vagina. Uno de los extremos está abierto –lo que permite la introducción del pene en la vagina– y el otro cerrado –para impedir la entrada de los espermatozoides en el sistema reproductor femenino–. Además, “tiene 95% de efectividad si se coloca correctamente y se usa durante el tiempo que dure el coito”, según sostiene un boletín que diseñó la organización Mujer y Salud en Uruguay (MYSU) para promover su uso. Al mismo tiempo, el preservativo para vaginas es un método de barrera de doble protección, es decir que sirve para prevenir embarazos no deseados y el contagio de ITS. En este último aspecto es incluso más efectivo que el preservativo para penes, aseguran especialistas, porque protege más la superficie de la vulva. Pese a todo esto, es un método más caro, difícil de conseguir y del que se conoce poco.
Empoderamiento y autonomía
Lilián Abracinskas, directora de MYSU, dijo a la diaria que promover el uso de este método anticonceptivo es una oportunidad para incentivar a las mujeres a conocer su cuerpo, sobre todo su genitalidad. “Nada de la anticoncepción está previsto en términos de promover el conocimiento del cuerpo y el manejo de los genitales. En ese sentido, para nosotras el condón femenino ha sido crucial para trabajar dimensiones como cuánto las mujeres conocen su cuerpo y cuánto conocen o manipulan sus genitales”, señaló.
Por su parte, Tamara Savio, integrante de MYSU y del colectivo Gozarte, señaló a la diaria que desde el movimiento feminista el uso del preservativo para vulvas se ha difundido y defendido como una herramienta para fomentar la autonomía de las mujeres y que, en el contexto de relaciones heterosexuales, “puedan decir ‘yo llevo mi propio condón’” y no “depender” de los varones con los que se vinculan sexualmente. Además, usarlo evita “tener que negociar” con un otro el uso del preservativo. Asimismo, Savio destacó como una ventaja que el preservativo para vulvas se puede colocar hasta ocho horas antes del encuentro sexual y evitar tener que hacerlo en el momento.
A pesar de sus beneficios, el uso del preservativo para vulvas es bajo en Uruguay. De acuerdo con datos aportados por el Ministerio de Salud Pública (MSP) a la diaria, los anticonceptivos más usados son los orales (32%), seguidos por los preservativos masculinos (31%), los dispositivos intrauterinos (10%), implantes subdérmicos (4%), ligadura tubaria o vasectomía (4%) y otros métodos o combinación de ellos (19%). Los datos se desprenden de una encuesta realizada por la empresa Mercoplus en 2009. “Son estimaciones. En Uruguay no hay una fuente de datos respecto de la prevalencia de uso de métodos anticonceptivos”, explicó una fuente de la cartera. Esta encuesta ni siquiera contempló el uso del preservativo para vulvas, aunque la fuente consultada afirmó que en el país se “consumen unas 14.000” unidades por año.
Una encuesta realizada por MYSU en el primer semestre de 2021 también demuestra la baja prevalencia del uso de este método anticonceptivo. El estudio se realizó online por medio de un formulario autoadministrado dirigido a personas de entre 15 y 49 años residentes en el país. El formulario obtuvo 1.636 respuestas, de las cuales 1.563 fueron de mujeres. Del total de mujeres, sólo 3,6% dijo usar o conocer el preservativo femenino. “El condón femenino no lo conocían o no sabían cómo usarlo o desconocían las formas de acceder a él”, señaló Abracinskas.
Promoción y acceso
El acceso al uso del preservativo para vaginas tiene varios obstáculos, algunos de carácter práctico –como el precio y la poca divulgación de información– y otros estructurales, vinculados al sistema sociocultural y patriarcal, que para las entrevistadas son los que más pesan. Para Abracinskas, uno de los mayores problemas es que, en “los últimos dos años, se ha vuelto a una concepción de una sexualidad culpógena”, sobre todo para las mujeres, y del placer femenino como algo “deleznable”. Esto converge con una fuerte censura en torno a la masturbación femenina. “Las mujeres tenemos vergüenza de tocarnos. Cuando empecé a trabajar estos temas, en la década de 1980, una de las consignas que teníamos era que la mayor distancia la tenemos las mujeres entre nuestras manos y nuestro propio cuerpo y, particularmente, nuestros genitales”, expresó la activista.
En diálogo con la diaria, la ginecóloga Estela Citrin, diplomada en Medicina Sexual e integrante de la asociación Iniciativas Sanitarias, reconoció que no es habitual que en las consultas ginecológicas las y los profesionales presenten el condón para vulvas como una posibilidad más dentro de la diversidad de métodos anticonceptivos disponibles o lo mencionen al momento de hablar de doble protección. La profesional dijo que tampoco hay una demanda de las mujeres por conocer el método y, de hecho, en los casos en que se los ha mostrado a sus pacientes, la “mayoría” ha expresado que no lo utilizaría, básicamente, por la forma en que tiene que colocarse. Citrin comentó que las pacientes más jóvenes son las que se han mostrado dispuestas a probarlo.
En la misma línea, Fernanda Putti, educadora sexual e integrante de Iniciativas Sanitarias, consideró que los preservativos para vulvas son “difíciles de encontrar” porque hay “poca demanda” y, en consecuencia, “poca oferta”. Relató que cuando el MSP trajo el preservativo femenino a Uruguay, recién en 2011, el ministerio y la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) hicieron “muchas campañas de información y difusión y se hicieron proyectos para estimular el uso”, pero “la respuesta no fue muy importante” y “eso generó una disminución de la oferta”. “Entonces, lo que sucede es que los preservativos para vaginas son difíciles de encontrar. No todas las instituciones los tienen y no todas las personas saben a dónde referirse o dónde adquirirlos de una forma fluida para poder realmente incorporarlo en su vida”, manifestó Putti.
En el marco de las iniciativas a las que se refirió Putti, en 2016, tres años después de que el condón interno empezó a implementarse en la Red de Atención Primaria de la zona metropolitana, ASSE publicó los resultados de un estudio realizado a 140 mujeres mayores de 15 años y a sus parejas sobre el uso del preservativo para vulvas como método anticonceptivo y de prevención de ITS. El estudio determinó que 53% de las participantes (74 mujeres) utilizó este método. De esas mujeres, 87% (64) lo evaluó de forma positiva y, entre ellas, 84% (73) dijo que lo seguiría usando. Luego de este estudio no se realizaron más seguimientos.
Actualmente, en los servicios de ASSE se entregan preservativos para mujeres en los casos en que lo soliciten. Lo mismo debería ocurrir en las mutualistas que integran el Sistema Nacional Integrado de Salud, pero de acuerdo a las entrevistadas eso no ocurre porque “no los piden” al MSP.
A esta dificultad en la disponibilidad se suma el precio de los preservativos. Un condón para vulvas cuesta alrededor de 200 pesos sin receta médica en una farmacia, esto es seis o cinco veces más que un condón para penes. Abracinskas señaló que los métodos anticonceptivos no están en la canasta básica y, por lo tanto, no hay un control sobre sus precios de parte del Ministerio de Economía y Finanzas. Así, los anticonceptivos se “convierten en interés del mercado y, si el Estado deja de proveerlos, va a ser el mercado el que determine no sólo su disponibilidad sino también su precio y, por lo tanto, quién puede acceder a ellos y quién no”.
Más diversidad en la educación sexual
Para Savio, una de las mayores barreras para el uso del preservativo interno tiene que ver con que no se menciona nada sobre su existencia en los espacios de educación sexual de los diferentes niveles educativos, ni se explica cómo se coloca, cuáles son sus ventajas prácticas y otros beneficios. “La educación sexual tiene una concepción de riesgos y miedo frente a las ITS y embarazos no deseados, pero ni siquiera desde esa base errónea se plantea toda la diversidad de anticonceptivos que hay sobre la mesa”, expresó la activista.
En la misma línea, Putti afirmó que “hay muchos aspectos” que deberían modificarse de los talleres de educación sexual. Consideró que, debido a que parte “desde el miedo a no contraer una ITS y a no embarazarse”, la educación se centra en las relaciones heterosexuales y “ni siquiera” se da la posibilidad de “hablar de otro tipo de instancias o de encuentros”. “Se debe partir de la idea de los encuentros sexuales como instancias de disfrute, abrir el abanico a la variedad de prácticas y así poder pensar en otros mecanismos de protección”, agregó la educadora sexual.
“El encuentro sexual para búsqueda del placer no es nunca el enfoque de la educación sexual, [sino que] es la prevención y el miedo”, expresó por su parte Citrin. “Si se partiera de que es una actividad placentera, con uno mismo o con otras personas, deseada, consentida, el tema del cuidado va a venir después. Si yo ya incorporé el concepto de consentimiento y del respeto y necesito que eso sea una base para seguir adelante con cierto grado de intimidad y confianza, es obvio que voy a tener cierto cuidado hacia mí y la otra persona”, puntualizó.
Fuente: La Diaria