octubre 02, 2022

Las mujeres que incomodan son las que hablan, se expresan sin tener que pedir permiso, cuentan las realidades, diversas, propias y de sus compañeras: se indignan, enojan y reclaman. Suavecito o a viva voz…



Existe un sinnúmero de mujeres que incomodan al sistema, a los varones que lo administran y a quienes no pueden salirse de la zona de confort y privilegios que les brinda la cultura y estructura patriarcal a la que fuertemente sostienen.

Las mujeres que incomodan son las que hablan, se expresan sin tener que pedir permiso, cuentan las realidades, diversas, propias y de sus compañeras: se indignan, enojan y reclaman. Suavecito o a viva voz…

Entonces, la mirada se pone en cómo lo decimos, en qué momento y lugar. La mirada siempre puesta sobre esas cuestiones, ligeros de observación y sin intentar por un segundo detenerse en el contenido, en qué acciones repetidas y dañinas integran el contenido de las expresiones a las que las mujeres reaccionan.

Por lo extenso, no podríamos hacer un listado de momentos en los que esto sucede, lo cierto es que, ante reiterados ataques de todo tipo, el punto se pone en la reacción y, ahí, llegan las críticas. No importa cuánto agredieron, violentaron e intentaron vulnerar y someter. El foco se pone en cómo reaccionamos. Y, partir de ahí, todas las descalificaciones.

Ojalá pudieran asomarse por la mirilla del ombligo, una vez al menos, y vieran el mundo real, sobre todo las situaciones reales en las que vulneran y someten a mujeres y diversidades.

Una de las pretendidas acusaciones que recibimos las feministas, con el objetivo de descalificar nuestras palabras o acciones, es llamarnos: fundamentalistas.

Sin ánimo de explicar, porque bien claro tenemos (y tienen) que ya no damos explicaciones, sí es necesario ir a la definición del diccionario para que se comprenda lo liviano de la utilización de algunos conceptos que nada tienen que ver con lo que pretenden decir y, mucho menos, nada que ver con las acciones del movimiento político que es el feminismo.

Fundamentalismo es: “Actitud contraria a cualquier cambio o desviación en las doctrinas y las prácticas que se consideran esenciales e inamovibles en un sistema ideológico, especialmente religioso”. Cuyos sinónimos son: fanatismo y extremismo.

Y agrego: “Fundamentalismo es el nombre que recibe la corriente religiosa o ideológica que promueve la interpretación literal de sus textos sagrados o fundacionales, o bien la aplicación intransigente y estricta de una doctrina o práctica establecida”.[1]

Lejos está el feminismo de seguir a rajatabla un mandato. Es justamente lo contrario e innumerables las estrategias para provocar un cambio social estructural para terminar con ellos. Mandatos que son el compendio por excelencia de las desigualdades que generan todo tipo de violencias. Terminar con ellas significaría que ya nadie nos tenga en rango inferior a los hombres, que no nos crean débiles o poco merecedoras de espacios de estudio, realización personal, acceso a espacios de poder y toma de decisiones.

Mujeres que incomodan. Ph Spinup

Que nadie nos venga a observar o cuestionar las formas; formas que quienes tienen el privilegio machista de tomar decisiones no se autoobservan y, en la mayoría de los casos, su accionar deja mucho que desear. Las formas de decir y hacer también se construyen y esa construcción es colectiva. Para eso, necesitamos ser escuchadas, atendidas en los reclamos y que nos garanticen los derechos.

La sugerencia final sería: mírense, revisen sus acciones y entonces después, de manera conjunta, revisemos las formas. De un lado y del otro. Encontrarán, por fin, un mundo real que desconocen.

Por Lenny Cáceres. Periodista feminista, directora/editora de Diario Digital Femenino. Titular de la web de Asesoramiento y Capacitación https://lennycaceres.com.ar/ Autora del libro La transversalidad del género: espacios y disputas.(Ed. Sudestada)
Fuente: Diario Femenino
Ph de Portada: Casa grande

Sí a la Diversidad Familiar!
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