febrero 19, 2023

En Nicaragua «Resistir también es luchar», una conversación con María Alejandra Castillo García

Desde la primavera de 2018, Nicaragua se ha visto sacudida por una violenta crisis. Las demandas sociales y las aspiraciones democráticas de los nicaragüenses han sido reprimidas violentamente por Ortega. María Alejandra Castillo García, que aún era estudiante cuando se produjeron las primeras manifestaciones en 2018, ha tenido que refugiarse fuera del país. Encarcelada por las autoridades nicaragüenses por su apoyo al movimiento social, ahora espera que surja una oposición para crear una alternativa fuerte al gobierno de Daniel Ortega

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Como estudiante, te involucraste y fuiste una de las líderes del movimiento estudiantil de 2018. ¿Puedes repasar tu trayectoria, qué te llevó a involucrarte? ¿Hay algún acontecimiento concreto que te haya empujado a actuar? 

Mi activismo fue algo que sucedió de forma espontánea, como la revolución o la insurrección que hubo dentro del país1. Dos semanas antes del 18 de abril de 2018 teníamos a un país que protestaba por Indio Maíz, que es la reserva natural más grande de Nicaragua. Entonces el gobierno quería desalojar a los campesinos de la reserva, campesinos que llevan luchando muchos años dentro del país y que salieron a la calle para evitar que el gobierno tomara esas tierras. Por otro lado, una ley fue la que desencadenó todo, al proponer una reducción del 5% a las personas que se retiran después del trabajo, a los pensionados, lo que también iba a afectar a la empresa privada. Los ancianos salieron a la calle a protestar por sus derechos y el régimen en respuesta envió a sus turbas. Nosotros llamamos turbas a los grupos de personas afines al gobierno pero que no están legalmente constituidos. En algunos casos sí lo están, como Juventudes, que son grupos de choque que forman parte del Gobierno. Nosotros le llamamos las turbas sandinistas, ya que derivan del Frente Sandinista, que amedrentó a los ancianos, lo que creó un gran descontento social. En la noche, estudiantes de la Universidad Centroamericana protestaron fuera de la Universidad y el régimen envió a las turbas para amedrentar a los universitarios. Esto creó una explosión todavía más grande, y las diferentes universidades públicas del país empezaron a convocarse para salir a protestar al día siguiente por el descontento. 

Mi activismo empieza el 19 de abril, el segundo día, o se puede llamar entre el segundo el primer día, pero básicamente el 19 de abril fue la fecha que cambió completamente Nicaragua porque ese día todos los sectores de la sociedad civil, estudiantes, campesinos, trabajadores y todas las personas de la sociedad civil salen a la calle a protestar, y el régimen empieza a disparar gases lacrimógeno y balas de goma. Yo empecé como ayudante de puesto médico. Realmente, yo era estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, cursaba el segundo año de Ingeniería Biológica y llevaba dos años siendo presidenta de mi clase. Primero me convoqué con una amiga que vivía cerca de la Universidad y le dije de ir a ayudar a los estudiantes que se estaban convocando por medio de Twitter. Nos fuimos a ayudar a la Gasolinera 1 cerca de Galerías y luego nos encontramos con otros estudiantes, había estudiantes de todas las carreras y de todas las universidades. Recuerdo que nos movimos a la Iglesia Santa Marta en donde hablamos con el Padre, quien nos dejó refugiarnos para habilitar el primer puesto médico cerca de la Universidad Centroamericana. 

El 19 de abril de 2018 fue la fecha que cambió completamente Nicaragua porque ese día todos los sectores de la sociedad civil, estudiantes, campesinos, trabajadores y todas las personas de la sociedad civil salen a la calle a protestar.MARÍA ALEJANDRA CASTILLO GARCÍA

Nosotros intentábamos ayudar a los muchachos que se encontraban protestando en el sector de la Universidad Centroamericana y la Universidad Nacional de Ingeniería, pero la policía, o básicamente los antimotines que son los grupos de choques oficiales por parte del régimen, empezaron a dispararnos balas goma y gases lacrimógeno y a perseguirnos con armas cortopunzantes, machetes, cuchillos, etc. Tuvimos que salir corriendo, y conseguí que alguien me llevara hasta mi casa. Esa noche se toma la primera universidad, la Universidad Politécnica de Nicaragua y esa misma noche matan al primer joven, Richard Paul. Entonces, luego del 19 de abril las protestas ya no eran para que se derrocase una ley, sino para exigir justicia. 

Los días siguientes hubo protestas masivas, yo estuve en la Universidad Politécnica de Nicaragua participando en plantones, marchas y exigiendo justicia, porque el régimen ya no estaba respondiendo con balas de goma y gases lacrimógenos, sino que estaba matando a los manifestantes que protestaban de manera pacífica. Yo era encargada de un grupo de 15 personas, a quien daba acompañamiento, iniciando ahí la defensoría de los derechos humanos. Nosotros documentábamos lo que pasaba por medio de las redes sociales, haciendo hashtags y etiquetando a todos los organismos de derechos humanos. También tratábamos de hacer un censo de las personas que estaban heridas, las personas que habían sido lastimadas.

El régimen ya no estaba respondiendo con balas de goma y gases lacrimógenos, sino que estaba matando a los manifestantes que protestaban de manera pacífica

La Universidad nos convoca a regresar a clase, y el 7 de mayo un grupo de jóvenes toma la Universidad. Dentro de las universidades públicas hay una organización que es el brazo político del frente sandinista en las universidades, que se llama La Unión Nacional de estudiantes de Nicaragua, y es como una organización estudiantil que manipula al estudiantado, es un operador político del mismo frente sandinista. El principal motivo por el que se toma la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua era para tener la renuncia de los dirigentes estudiantiles o del presidente de la Unión Nacional, porque ellos estaban siendo completamente apáticos a la situación de represión que se estaba viviendo en ese momento, aparte de que no estaban velando por los intereses del mismo estudiantado. 

Cuando se toma la Universidad, nos atrincheramos y me eligieron a mí como la presidenta de la logística de la Universidad, lo que conlleva un papel mucho más grande y representativo. Mi trabajo era documentar las violaciones de los derechos humanos, tener un censo de los estudiantes de la Universidad, encargarme de las donaciones de la sociedad civil, de la diáspora, básicamente un trabajo logístico que conllevaba muchísima responsabilidad. La Universidad estuvo tomada 2 meses y 13 días, hasta el 13 de julio que el régimen hace lo que llama la Operación Limpieza, que consistía en sacar a los estudiantes de la Universidad. También quiero recalcar que el 16 de mayo se instauró la primera mesa del diálogo nacional, una mesa que fue fallida y que tuvo sus ventajas y desventajas. La ventaja es que pudieron ingresar al país plataformas y organizaciones de derechos humanos para documentar las violaciones, las denuncias, los asesinatos, los desaparecidos, etc. La principal desventaja fue que oxigenó al régimen, que se armó y organizó grupos paramilitares. El país estuvo paralizado como por tres meses, mientras que estos grupos paramilitares iban a las trincheras de los diferentes municipios y universidades para asesinar y hacer desaparecer a los manifestantes. 

Un grupo paramilitar encargado de desalojar a los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua nos empieza a atacar desde el 13 de julio a las 11:00h de la mañana hasta el 14 de julio a las 8:00h de la mañana, lo que supone más de 12 horas bajo lluvia de balas. La Iglesia jugó un papel muy importante porque Nicaragua es todavía un país muy conservador y la Iglesia católica ha servido de mediadora durante todo este proceso desde que se inició la crisis. Después de este ataque nosotros somos llevados a diferentes casas de seguridad, estuve escondida por dos meses hasta el 23 de septiembre que fui capturada a las 5:30h de la mañana por policías y paramilitares y fui llevada al centro de torturas. Yo tenía tres meses de embarazo, fui violentada físicamente, psicológicamente, sometida a diferentes interrogatorios y me provocaron un aborto. Fui liberada gracias a la presión de Amnistía Internacional. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos me otorgó medidas cautelares y fui liberada, pero de manera falsa. Dos semanas después de estar en mi casa recuperándome, la Fiscalía emitió una nueva orden de captura, y tuve que salir de emergencia para Costa Rica. Estuve en Costa Rica seis meses y empecé a trabajar allí con la Fundación Area haciendo documentaciones de testimonios de personas a las que se les había violentado sus derechos humanos en el contexto de las protestas. Luego regresé a Nicaragua como vicepresidenta de una organización de jóvenes estudiantes y defensores de derechos humanos en donde teníamos incidencia política y empezamos a trabajar sobre la justicia transicional. 
Dijiste que tu compromiso empezó directamente el 18 o 19 de abril, ¿ya tenías antes alguna relación con la política o posiciones políticas, o fue todo muy repentina y espontáneamente?

Fue espontáneamente. En ese momento el país dio un giro de 360º y fue la compasión y la necesidad de auxilio lo que motivó a los que ahora somos defensores, líderes o diferentes actores de la sociedad civil. Yo fui parte de esta Unión Nacional de estudiantes de Nicaragua y yo era líder estudiantil, indirectamente porque no lo sabía, pero era presidenta de clase, y velaba por mí estudiantado. La necesidad de auxilio, de ver cómo disparaban a los estudiantes, porque los protagonistas de esta nueva insurrección en Nicaragua son los estudiantes, y quienes tuvieron y han tenido la legitimidad durante estos cuatro años de lucha han sido los estudiantes, porque nosotros fuimos los que salimos a la calle en defensa de los ancianos y fuimos los que estuvimos en la calle durante todo este tiempo que el país estuvo completamente paralizado, haciéndole frente a los paramilitares del régimen. Entonces, era esa necesidad de auxilio. 

Nosotros, los estudiantes, fuimos los que salimos a la calle en defensa de los ancianos y fuimos los que estuvimos en la calle durante todo este tiempo que el país estuvo completamente paralizado, haciéndole frente a los paramilitares del régimen.

Como activista por la construcción de la memoria de un país con poder represivo y como víctima de esta represión, ¿cómo defines tu identidad? ¿Qué influencia ha tenido tu activismo? 

Yo, definitivamente, desde abril del 2018 no soy la misma persona. He cambiado en lo personal, yo estudiaba geología, nada que ver con derechos humanos ni con política. Pero he crecido profesionalmente. He crecido también como ser humano, porque al ser víctima puedo comprender mejor el dolor de las víctimas y de los familiares, de las personas que están siendo privadas de su libertad. Yo, realmente, he evolucionado durante todos estos meses que han sido para mí proceso de cambio y de crecimiento en todos los aspectos de mi vida. 
Tras todo lo ocurrido durante tu activismo en esta secuencia ¿hay cosas que ves de manera diferente y que piensas que podrías haber hecho de manera diferente? ¿Tienes alguna mirada retrospectiva sobre eso? 

Yo creo que el error de esta nueva insurrección de abril es que la mayoría éramos jóvenes y nos dejamos llevar por lo sentimental, sin medir las consecuencias. Lo único que yo cambiaría es tratar de establecer un diálogo honesto, porque eso fue lo que faltó para que la sociedad civil o la oposición se organizara mejor e hiciese frente a Daniel Ortega. Por el contrario, la falta de diálogo no permitió que la sociedad civil se armonizara, que construyera una agenda en común. El régimen dividió y fracciono a toda la oposición y ahora las consecuencias se están viendo, todos los líderes políticos y las figuras más representativas de la insurrección de abril están en la cárcel y han sido condenados a más de 15 años. Yo creo que lo que cambiaría es eso, tratar de ser una mediadora entre un diálogo franco en la oposición, porque la oposición era la única esperanza que tenía el pueblo de Nicaragua para sacar al régimen, pero esto no pudo ser posible porque había muchos conflictos de intereses y muchos problemas de organización, porque no se pudo establecer un diálogo franco. 

Cuando dices diálogo, ¿es entre la oposición o también estás pensando en un diálogo con Ortega?

Creo que ambos. Hubo dos intentos de diálogo. El primero fue un fracaso porque en ese momento las personas que estaban del lado de la oposición estaban lastimadas por lo que estaba pasando y hubo una mala organización, la iglesia católica era mediadora en ese momento y no pudieron consensuar puntos en común. En 2019 hubo un segundo intento de dialogo, con una mesa más pequeña entre la oposición y el gobierno, pero aun así no se concretaron muchos puntos en común. Lo único fue la liberación de los presos políticos, no de todos porque hay personas que no han sido liberadas, pero quizá del 80% de los presos políticos. Pero el respeto a los derechos humanos es un punto que evidentemente nunca fue consensuado por parte del régimen. La oposición sí lo llevó a la mesa, pero como para el régimen no han violado los derechos humanos desde 2018, no hubo un acuerdo en común. 

Frente a la represión del poder de Ortega, ¿cómo percibes la organización de esta lucha por los derechos humanos y la dinámica dentro de ella? ¿Qué opinas de la eficacia de esta movilización en Nicaragua?

La oposición tuvo dos años para articularse, dejando de lado el tema del Covid, la oposición sí tuvo tiempo para articularse y crear una buena alternativa que hiciera frente a Daniel Ortega en las elecciones. Pero había sectores de la oposición que no querían hablar con el otro sector de la oposición. Eso detenía el proceso porque mientras había sectores que querían unirse y trabajar la agenda en común, había otros que querían poner otros puntos de agenda antes de la agenda en común y eso detenía el proceso. 

¿Cómo calificarías tu activismo desde la distancia? ¿Es posible llevar a cabo tu compromiso desde el extranjero?

Uno de los primeros puntos que yo hablé con mi embajada era tratar de no hacer mucha bulla en la parte pública. Yo tengo mi familia en Nicaragua y si el régimen empieza a creer que yo vuelvo a ser una amenaza, porque yo ya tengo un expediente en el que estoy condenada por terrorismo, podrían creer que yo acá estoy buscando algún tipo de financiamiento para ese terrorismo o alguna otra cosa que ellos inventan, y mi familia podría estar en peligro. Por eso he decidido seguir denunciando, haciendo mi activismo, pero esta vez no desde la parte pública, sino haciendo otro tipo de incidencias, como esta entrevista, o tratando de denunciar en el espacio, pero no en espacios que sean conferencias de prensa, o algún curso que pueda traer repercusiones a mi familia. Tengo una hermana menor, un hermano, mis tíos, y cualquiera de ellos pueden ser llevados a prisión con tal de que yo regrese a Nicaragua y me entregue. Yo creo que lo primero es mi familia. 

¿Cuáles son tus prioridades hoy, para ti y para tu lucha?

Mi prioridad es seguir visualizando la situación de Nicaragua y tratar de conseguir la liberación de los presos políticos. A pesar de que dicen que el diálogo no es la mejor vía, creo que sí hay que establecer un diálogo con el gobierno para garantizar ciertos mecanismos para proteger los derechos humanos, al menos intentarlo. 
¿Crees que es posible llevar a cabo esa lucha dentro de Nicaragua? Por ejemplo, sabemos que muchos están exiliados en Costa Rica u Honduras. ¿Tú crees que la solución puede venir desde adentro o será desde afuera -o ambos-?

Creo que ambos, porque hay muchas organizaciones de la sociedad civil que ahora están operando fuera del país y hacen el esfuerzo por tratar de encontrar una solución para Nicaragua. En Nicaragua, ahora mismo, hay un estado completo de sitio, la persona que trate de alzar su voz está completamente amenazada de ir a la cárcel o de ser desaparecida. Más incluso en las zonas rurales y en la zona norte de mi país. Desde dentro es muy poco lo que se puede hacer. Esto lo vivimos desde el año pasado, cuando el régimen empezó una cacería política en contra de toda la oposición, y ahora las figuras más representativas, los candidatos presidenciales, periodistas, líderes estudiantiles, etc. están encarcelados. 
¿Existen vínculos entre los activistas u organizaciones activistas de la región con otros países? Y si no hay, ¿debería haber alguna cooperación así? 

Yo creo que la cooperación más grande está en Costa Rica, porque la mayoría de los activistas están allí, pero hay una cooperación entre activistas que estamos por todos los lados del mundo. Siempre participamos en sesiones, en talleres sobre construcción de paz y juntos, como lo hacíamos allá en Nicaragua, solo que ahora lo hacemos desde fuera. 

¿Cuál sería la salida de crisis ideal? Has hablado del diálogo, ¿qué habría que hacer si ese diálogo se plantease mañana, quiénes tendrían que estar alrededor de la mesa y cuáles deberían ser los resultados?

Lo primero para lograr un diálogo es la liberación inmediata de todos los presos políticos. Luego, tendría que haber dos o tres personas, que sean parte de los actores de la sociedad civil más afectados por la crisis, como estudiantes o campesinos, dejando a un lado esta vez a la empresa privada. Lo primero que nosotros planteamos en el tema de la justicia transicional es tener una Comisión de la verdad, que se encargue de recrear los sucesos de abril del 2018. El régimen tendría que dar una lista a esta Comisión de la verdad de las personas que fueron perpetradoras de los asesinatos en abril del 2018. Luego de la Comisión de la verdad, las personas responsables de los asesinatos serían llevadas a la justicia. El aparato judicial tendría que reestructurarse completamente, porque en Nicaragua todas las instituciones del Estado están completamente captadas por el régimen, por lo que tendría que haber una reestructuración. Después de la justicia y la condena a estas personas por crímenes de lesa humanidad, pasaríamos a la reparación. Esta es la parte más importante de la justicia transicional, en donde se garantiza una reparación justa para todas las víctimas, que se refiere a una remuneración monetaria o lo que la víctima exija, pero en la mayoría de los casos es una reparación monetaria. Y luego pasaríamos a firmar los acuerdos de no repetición. Pero yo creo que la justicia transicional se implementa cuando un país sale de una dictadura. Es tópico que Nicaragua pueda salir de una dictadura ahora, porque está muy arraigada dentro del poder.


Lo primero para lograr un diálogo con Ortega es la liberación inmediata de todos los presos políticos.

Cuando piensas en esos procesos, ¿tienes alguno en mente? Por ejemplo, ¿piensas en los acuerdos de paz colombianos o algo similar?

Sí, para nosotros el tema de la justicia transicional es un mecanismo nuevo, porque en Nicaragua nunca se habló de justicia. La mayoría de nosotros, incluyéndome, era apática a la política. Yo tenía 19 años en ese momento, era joven y estudiaba, tenía mis amigos y lo único que realmente me importaba era que yo estuviera bien, pero la política del país no era algo que me interesara. Desde que comenzó la crisis y este movimiento espontáneo, y comenzaron a implementarse estos mecanismos de justicia transicional, el caso ejemplar que nosotros teníamos eran las personas que habían estado en los acuerdos de paz entre las FARC y Colombia.
¿Cuál sería tu respuesta a las críticas que se han hecho a los acuerdos de paz colombianos? ¿Habría que pensar en otro modelo, o en un modelo parecido sin los eventuales errores colombianos considerando las particularidades de Nicaragua?

La justicia transicional se adapta al contexto. El contexto entre las FARC y Colombia no es el mismo contexto que Nicaragua y la oposición. Yo creo que el problema principal de las críticas es que la parte del perdón es difícil, porque es muy difícil decirle a la madre de una persona a la que asesinaron que para lograr la reconciliación del país entero tiene que perdonar al asesino de su hijo. Es ahí donde nace la crítica, pero es necesaria, el perdón es necesario en este proceso. 

¿Y eventualmente elecciones libres en las que todo el mundo pudiese participar?

Me parece otra vía posible porque ahí vendría lo que les mencionaba, con un nuevo gobierno empezaría una nueva transición que plantee la justicia transicional. 

¿Crees que sería más fácil hacerlo con un nuevo gobierno?

Sí, efectivamente sí. El nuevo gobierno tendría que estar completamente comprometido a restaurar la paz, a crear estos acuerdos y garantías de paz en todo el país y la reparación a las víctimas.

  • Para leer la nota integra: https://legrandcontinent.eu/es/2022/08/09/resistir-tambien-es-luchar-una-conversacion-con-maria-alejandra-castillo-garcia/

Fuente:https://legrandcontinent.eu/

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