Cinco razones por las que: las mujeres y las niñas deben tener los mismos derechos en el mundo digital
Illustration courtesy of © Sofie Birkin para el UNFPA
«La brecha digital se describe con frecuencia como una cuestión de desinterés hacia la tecnología por parte de las mujeres y las niñas. Pero esa no es la realidad», afirma la Dra. Natalia Kanem, Directora Ejecutiva del UNFPA. «La exclusión de las mujeres y las niñas del mundo tecnológico se perpetúa a través de la violencia y la discriminación. Y esta exclusión limita sus oportunidades a futuro y acentúa las desigualdades económicas, sociales y de género».
Desde el Fondo de Población de las Naciones Unidas proponen cinco razones fundamentales por las que los líderes deben garantizar que las mujeres y las niñas tengan el espacio y la seguridad para ser creadoras en condiciones de igualdad de nuestra experiencia digital compartida.
1. La violencia de género está tan extendida en el mundo virtual como en el real
La violencia en los espacios digitales está muy extendida y las mujeres y las niñas sufren ataques de manera desproporcionada. La violencia digital es a menudo de naturaleza sexual y sus consecuencias suelen extenderse al mundo real. Sin embargo, casi nunca se trata el tema con la gravedad que merece.
Olimpia Coral Melo Cruz lo sabe de primera mano: cuando era adolescente en la ciudad mexicana de Puebla, grabó un video casero íntimo con su novio, a petición de este. «Creí que nos ayudaría a que él no se interesara por otras mujeres», relata al UNFPA. «No entendía muchas cosas sobre el amor romántico que ahora sí entiendo». Su novio la traicionó, publicando el video privado en las redes sociales. Pronto se difundió en docenas de páginas de pornografía y ella se vio inundada por mensajes sexuales de hombres desconocidos. Su vida entró en una espiral de oscuridad. «Dejé de ir a la escuela, y evitaba muchas situaciones porque estaba muy avergonzada. Se publican imágenes de tu cuerpo desnudo sin tu permiso y encima la gente te culpa porque te has dejado filmar».
Su madre la animó a convertirse en defensora del cambio, pero fue una ardua batalla. «Cuando dices: “Sufrí violencia digital”, la gente se ríe de ti. Los comentaristas incluso nos hacían memes, diciendo: “¿Me vais a apresar en una cárcel virtual?”». Pero la voz de la Sra. Melo Cruz llegó más lejos que la de sus críticos: en abril de 2021, México aprobó la Ley Olimpia, que prohíbe a nivel federal compartir contenido sexual sin el permiso del sujeto. La violación de la ley se castiga con hasta seis años de prisión. «Tenemos derecho a estar seguras en los espacios digitales», afirma Olimpia. «Tenemos que construir una Internet que, por encima de todo, proteja nuestra seguridad y respete nuestros derechos humanos».
2. Las herramientas digitales no se crean pensando en los usuarios vulnerables y se convierten con demasiada facilidad en armas contra las mujeres
Casi el 60 por ciento de las mujeres y niñas han sufrido violencia de género facilitada por el poder de la tecnología. Estos ataques van desde el abuso verbal al acoso, pasando por las amenazas y los actos de violencia sexual y física. Gran parte de este fenómeno se debe al diseño de herramientas tecnológicas que no tienen en cuenta las cuestiones de género ni la violencia generalizada que las mujeres enfrentan en su vida cotidiana.
«Tenemos que asegurarnos de que todo el mundo comprende las ventajas y también los riesgos», explica Stephanie Mikkelson, experta del UNFPA en género y tecnología. «En su origen, el campo de la ciberseguridad no estaba pensado para proteger personas, sino los activos de las empresas», afirma la Sra. Mikkelson. «La modelización de las amenazas no toma necesariamente en cuenta a las personas. Si a eso le añadimos el hecho de ser mujer... A menudo ni siquiera se les pasa por la cabeza. Cuando nos fijamos en la violencia de género, la mayoría se ejerce por parte de la pareja, lo que trasciende los conocimientos de los desarrolladores, que te dirían: “No compartas la contraseña con tu marido”».
El resultado son productos que facilitan el comportamiento abusivo, aunque sea involuntariamente. «Por ejemplo, los auriculares que llevo ahora mismo», señala la Sra. Mikkelson. «Tienen un sistema de rastreo de ubicación. Hemos visto a acosadores introducir deliberadamente un auricular en el vehículo de su ex para rastrear su ubicación... Un vehículo con un límite de perímetro preestablecido puede evitar que una mujer huya. Los agresores utilizan dispositivos con conexión a Internet, como cafeteras, termostatos y cámaras, para controlar a las personas y ejercer poder sobre ellas».
Las nuevas directrices, elaboradas con el asesoramiento de expertos en tecnología, organismos asociados de las Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales entre otras muchas, pretenden acortar distancias entre quienes luchan por acabar con la violencia de género y quienes desarrollan nuevas tecnologías. Por ejemplo, se reivindica la incorporación de mujeres y niñas en todas las fases de desarrollo. «Nos referimos a quienes diseñan la tecnología, codifican, a las personas expertas en seguridad e incluso a quienes financian estos proyectos», explica la Sra. Mikkelson.
3. Sin las voces y las experiencias de las mujeres, las «soluciones» digitales innovadoras seguirán perpetuando las vulnerabilidades
La Sra. Mikkelson también señala que muchas aplicaciones y programas diseñados para ayudar a los grupos de riesgo pueden en realidad acentuar su vulnerabilidad. «Incluso los agentes mejor intencionados pueden dañar tanto como los malintencionados», afirma.
Las personas expertas en la lucha contra la violencia de género colaboran con muchos desarrolladores que persiguen crear herramientas para ayudar a las supervivientes, como «botones de pánico» digitales para alertar a la policía. No obstante, estos programas pueden generar nuevos peligros, por ejemplo, ¿qué ocurre con aquella mujer que recurre a un botón de pánico pero cuyo agresor trabaja con la policía?: «¿Quién exactamente tiene acceso a toda esta información? ¿Cómo funcionan los permisos?».
Uno de los mayores problema s es la recogida y el uso seguro y ético de la información, un aspecto que el UNFPA lleva encabezando más de 15 años. «Estas directrices reclaman que nos aseguremos de que recopilamos la información adecuada y solo aquella que sea absolutamente necesaria y sobre la que tengamos un protocolo para su preservación y almacenamiento», añade la Sra. Mikkelson.
La información también puede convertir a personas en objetivos, no solo de parejas abusivas, sino también de aquellas personas motivadas por el odio y la discriminación. «Pensemos en los datos de usuarios que acceden a información sobre el aborto, pensemos en los usuarios de la comunidad LGBTQI+, es muy fácil ver lo extremadamente peligroso que puede ser.»
4. Los costos de excluir a mujeres y niñas del desarrollo tecnológico y de la toma de decisiones son desastrosos
La violencia digital refuerza la brecha de género existente: de los 2,7 mil millones de personas que no están conectadas a Internet, la mayoría son mujeres y niñas. Las supervivientes de violencia censuran su vida en línea para protegerse, aunque pierdan contactos y oportunidades de trabajo. Las víctimas de ciberataques suelen acabar pagando honorarios legales y sanitarios, gastos de traslado y servicios para eliminar información personal de los espacios en línea.
Para Norma Buster, estos fueron solo una parte del precio que pagó cuando su exnovio publicó sus imágenes íntimas en Internet y proporcionó sus datos de contacto a completos desconocidos. «Estuve en una prisión mental durante meses. Tengo un trastorno de estrés postraumático», asegura la Sra. Buster. Hoy es directora de relaciones con los clientes en un importante despacho de abogados que ayuda a buscar justicia a supervivientes de abusos sexuales, domésticos y facilitados por la tecnología. «En estos delitos, el agresor suele tratar de avergonzar a las víctimas para que guarden silencio».
Cuando se silencia a las mujeres o se las autocensura como mecanismo de afrontamiento, se priva al mundo de sus ideas y su creatividad. Y así, los espacios digitales se vuelven menos acogedores para otras mujeres y niñas. Se trata de un ciclo de discriminación y exclusión que «limita sus oportunidades a futuro y acentúa las desigualdades económicas, sociales y de género», afirma la Dra. Kanem. «Las mujeres y las niñas contribuyen a la construcción de un mundo igualitario. Cuanto más se las incluya en la creación de la tecnología, menos vulnerables serán y más se beneficiará toda la sociedad».
5. La igualdad de género en la tecnología fomentará la igualdad de género en todos los ámbitos de nuestras vidas y nuestro futuro
Una de las ventajas de incorporar a las mujeres a la tecnología es la innovación que pueden producir en base a sus propias experiencias del mundo.
Mariam Torosyan, de Armenia, lo experimentó de primera mano. Cuando estaba embarazada de su hija, una anciana se le acercó y le dijo que no se preocupara, que el segundo hijo sería varón. Esta conversación le hizo reflexionar sobre todas las formas en que la vida de las mujeres y las niñas está impregnada de desigualdad de género. «En una sociedad patriarcal como la mía, las niñas están infravaloradas, incluso antes de nacer», declara. «Por eso decidí centrar mis esfuerzos en mejorar el estatus y el papel de las niñas y las mujeres en mi sociedad».
La Sra. Torosyan, que tiene experiencia jurídica y en la ayuda a supervivientes de violencia, recurrió a la tecnología para establecer vínculos entre mujeres y niñas. Ideó espacios para la creación de redes entre iguales en las que pudieran compartir sus problemas con el sexismo y apoyarse mutuamente para encontrar soluciones.
Dice sentirse inspirada por las comunidades de supervivientes que ha creado. «Nunca debemos subestimar la capacidad de autocuidado y autoayuda de las comunidades».
Imaginemos, dice, un mundo en el que la creatividad de las mujeres y las niñas en el desarrollo digital no tenga ataduras: «Vivimos en un mundo en el que la tecnología nos da poder. Es la primera vez en la historia de la humanidad que disponemos de tantos recursos que podemos utilizar».
En este Día Internacional de la Mujer, el mundo —y en particular los gobiernos y los grandes guardianes de la tecnología— deben comprometerse de nuevo a actuar contra la misoginia dondequiera que aflore, contra la violencia de género en cualquiera de sus formas, contra los sesgos de género tan arraigados que amenazan con dejar atrás a mujeres y niñas tanto en el mundo virtual como en el real.
Fuente: UNFPA