La necesaria abolición mundial de la gestación subrogada
Me entero con preocupación del avance regulatorio en Europa de la gestación por sustitución, conocida también como vientres de alquiler o como gestación subrogada. La “preciosa y glamurosa” gestación subrogada es, en realidad, un sucio negocio que interfiere en la vida de mujeres que necesitan el dinero, manipuladas por un sistema que les ha convencido de que vender su fertilidad es generosidad (donación de óvulos) o que, mediante la feminización de la pobreza generada por el propio sistema patriarcal, obliga a mujeres pobres a alquilarse a gente rica para sobrevivir o para que sobrevivan sus hijas o hijos nacidos previamente.
Por eso es imprescindible que se conceptualice bien qué es la gestación por sustitución. Y desde luego, lo que no es: Para empezar, dejando bien claro que LA GESTACIÓN SUBROGADA NO ES UNA TÉCNICA DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA. Ya que, aunque se precisan técnicas de reproducción asistida para inducirla, LA GESTACIÓN ES UN PROCESO BIOLÓGICO que suele realizarse, además, troceando la maternidad mediante una mujer “donante” y una madre «gestante».
Hay que dejar claro también que la mujer, salvo excepciones muy tasadas, no “dona” sus óvulos -como se hace creer con la obscena manipulación del lenguaje a la que nos tiene acostumbrado el patriarcado- sino que LOS VENDE A CAMBIO DE UN DINERO QUE NECESITA. Y consiste en un tratamiento invasivo de estimulación ovárica e intervención quirúrgica para extirparlos. Como es lógico, con riesgos para su salud, desde leves, a graves o muy graves tales como moratones, cansancio o pesadez general, sequedad vaginal, infecciones bacterianas o fúngicas, síndrome de hiperestimulación ovárica, torsión ovárica, depresión, ansiedad, etc.
En cuanto a la mujer gestante (otra distorsión del lenguaje para no decir “madre”) a quien se insemina para inducir la gestación, se la utiliza a ella y no solo a su cuerpo (como si además este pudiera disociarse de la persona). Y esa mujer actuará, bajo contrato, absolutamente cosificada, es decir, como una incubadora humana; en un altísimo porcentaje, se trata de mujeres pobres y/o vulnerables, a las que se alquila e hipoteca la vida (y, si tienen progenie, la de sus criaturas) – vulnerando en este proceso algunos de sus DDHH básicos a los que se ve obligada a renunciar según el clausulado contractual. Quiero recordar, al respecto, que los derechos humanos son derechos sociales ejercitables -PERO NO RENUNCIABLES- individualmente.
Por otra parte, el márquetin de la GS vende el proceso de gestación por sustitución como algo altruista, maravilloso, lleno de glamour y fotos de parejas embelesadas con la criatura nacida, ocultando sistemáticamente qué les ocurre a las madres durante o con posterioridad al parto. Porque, como se trata de mujeres pobres y, además, en países también pobres, durante la gestación o, culminada esta, nadie se preocupa de realizar estudios independientes y rigurosos sobre las repercusiones físicas y psíquicas de estos embarazos en las mujeres que los llevan a cabo, obligadas por la estricta necesidad. A pesar de que se intenta edulcorar, las mujeres son, en realidad, inmediatamente desechadas… salvo que se presten a un nuevo proceso de embarazo.
Pero en fin, ateniéndonos a los riesgos generales de la -en estos casos, obligada- Fertilización in Vitro (FIV) y a los riesgos que también supone cualquier gestación inducida mediante esta técnica, sabemos:
1) Que, dada la escasa probabilidad de éxito de una FIV a la primera, la mujer obligada por las circunstancias a prestarse a un contrato de gestación subrogada, deberá someterse habitualmente a varios procesos de fertilización hasta conseguir una gestación exitosa.
2) Que la inseminación de óvulos de donante implica, como poco, la preparación del endometrio para optimizar su receptividad.
3) Que el riesgo de aborto es mayor en el caso de FIV que en el embarazo natural por lo que es probable que tenga diversos abortos hasta conseguir un embarazo a término. Y solo cobrará cuando se produzca la entrega del o de la bebé.
4) Que debe recibir ayuda psicológica para conseguir disociarse del bebé gestado. Porque a esa mujer, todo su cuerpo le dice que es su madre, mientras que los proxenetas reproductivos (personal médico, de psicología, juristas, etc.) le van a intentar convencer de que no hay tal vínculo, de que es una mera incubadora; ya que saben que, de lo contrario, hay riesgo de que se arrepienta de vender a su bebé. Se produce, pues, una grave interferencia psicológica en la vida de esa mujer. Porque, aunque esas madres intentan colaborar en ese tipo de intervenciones para evitar el dolor de la pérdida, no siempre se logra. Pero como no hay seguimiento, desconocemos cuántas de ellas se han arrepentido, o tienen procesos de ansiedad o depresivos, etc. vinculados a esta terrible pérdida: No data, no problem, no policy, no action[1].
5) Que cualquier embarazo por gestación subrogada comporta eventuales agravamientos de los riesgos para la salud que ya supone cualquier embarazo, a saber: Anemia, depresión, embarazo ectópico, problemas fetales, diabetes gestacional, hipertensión, hiperémesis gravídica, placenta previa, desprendimiento prematuro de placenta, preeclampsia, infecciones bacterianas y víricas, toxoplasmosis, hongos, etc.
6) Que a estas mujeres se les puede obligar a abortar fetos o, en algunos casos, se las puede mantener en muerte cerebral para que el bebé llegue a término. Todo ello por voluntad de los compradores, prescindiendo de la dignidad y la voluntad de la mujer que se ha visto obligada a hipotecar sus derechos mediante un contrato mercantil.
7) Que se las someterá a cesáreas programadas aunque no resulten necesarias. Porque la salud de la madre no importa para preservar un parto seguro del o de la bebé por quien se paga.
8) Que en determinados períodos se les impedirá su derecho a la libre circulación, incluyendo la reclusión en entornos controlados, incluyendo su alimentación.
9) Que se les suele arrancar al hijo o la hija recién nacida para evitar el apego. Perjudicando a la madre, pero también a la criatura a quien se separa de la única persona con la que tenía un estrecho e insustituible vínculo.
Al respecto, me pregunto ¿Por qué si una mujer hace uso de un óvulo de otra para gestar a su hija o hijo es madre, pero no lo es la mujer pobre que ha hecho lo mismo en un lejano país llevada a esa decisión por la miseria? ¿Por qué un donante de semen no se considera padre de ninguna de las criaturas que nazcan a partir de él, pero si media un cheque entonces es padre a todos los efectos? Es el patriarcal-capitalismo, amigos.
O lo que es lo mismo, la jerarquía masculina y el dinero que hacen que todos los riesgos del deseo de ser padres de los varones para perpetuar sus genes, los asuman exclusivamente dos mujeres que necesitan el dinero y a quienes se ha convencido de explotar su propio cuerpo como salida económica legítima… porque se trata de generosidad o altruismo. De forma que se presten a esa explotación y puedan justificarse, a sí mismas, lo que están haciendo.
Lo bien cierto es que la gestación subrogada no es bonita y no existe tal generosidad o altruismo, sino -muy al contrario- un negocio basado en explotar el estado de necesidad de mujeres pobres. Que la felicidad que se vende es solo la de quienes pagan y quienes cobran sin riesgo, porque todos los riesgos y el sufrimiento van a cargo de las mujeres utilizadas. No es bonito ocultar todo el entramado que se enriquece impúdicamente, que está constituido, mayoritariamente, por hombres. No es bonito ni glamuroso que las criaturas así nacidas vean troceado su derecho a conocer a su madre. No es bonito que la ética quede suspendida a cuenta de este sucio negocio. Es obsceno y una burla a las mujeres, que salgan varones «hospitalizados» o saliendo del hospital en silla de ruedas, tras arrancar al bebé de su madre recién parida.
Hablaba antes de la perversión del lenguaje que nos separa de una correcta conceptualización de la gestación por sustitución. Y vamos a conceptualizar bien para politizar bien: La gestación subrogada es explotación reproductiva de mujeres pobres, constituyendo una nueva forma de control reproductivo y de perpetuación de los genes de los varones prescindiendo de la voluntad de las mujeres o comprándola. Como vemos, de esa conceptualización no puede derivarse otra política que la de inmediata abolición de esa práctica.
Porqueen un mundo que se mueve por el deseo individual -siempre que pueda pagarse- es más imprescindible que nunca recuperar un principio básico de la ética: No todo lo que se quiere o se puede hacer, debe hacerse.
Fuente: Tribuna Feminista
[1] Sin datos, sin problemas, sin políticas, sin acciones.