Por el Mundo. Retroceso Francés
De acuerdo con sectores feministas y trabajadoras sexuales, la ley supone que todas las prostitutas son víctimas, lo que no es así en todos los casos. "Empecé por casualidad, continúo por elección, aunque sea difícil a veces", dijo a Le Monde una trabajadora sexual madre de dos hijos, que perdió su trabajo hace cuatro años. "No puedo soportar escuchar a las damas socialistas explicar que no tengo otra opción sobre mi vida", dijo otra prostituta.
Se estima que el 90% de las prostitutas en Francia son extranjeras, pero esta es una apreciación muy vaga, calculada en función del número de personas identificadas en los registros policiales. Además, ser inmigrante no significa necesariamente una condición restrictiva: muchas prefieren la prostitución en Francia a la vida en sus países de origen, según las mujeres retratadas en el libro Trânsitos: Brasileiras nos mercados transnacionais do sexo ( CLAM / EdUerj ), de la antropóloga Adriana Piscitelli (Pagu / Unicamp).
Desde este punto de vista, la abogada Bénédicte Lavaud-Legendre, autora de un libro sobre la realidad nigeriana de la prostitución y la trata, manifiesta su preocupación por una ley que va en contra de los avances de la sociedad francesa en relación con la consagración de nuevos derechos sobre el cuerpo humano, tales como el derecho al aborto, conquistado hace muchos años, el alivio del marco jurídico que regula la reproducción y el debate sobre la eutanasia asistida. Todas estas cuestiones ponen de relieve la libertad de disponer del cuerpo. ¿Por qué sería diferente con la prostitución?, argumentan los defensores de una visión más liberal.
Riesgos de la penalización
Negándose a entrar en un debate sobre moral sexual, los proponentes del proyecto de ley privilegian los sufrimientos de las mujeres pobres, a menudo inmigrantes, y la defensa de las "víctimas de tráfico". De este modo, lo que el gobierno francés quiere resolver no es la prostitución, sino la inmigración de mujeres que –como señala el psicoanalista Contardo Calligaris en su columna en el periódico Folha de São Paulo, citando la investigación de Adriana Piscitelli– "intentan ser libres trabajadoras del sexo que, en general, no son víctimas de traficantes o proxenetas, ni de sus clientes." En la lógica de los promotores de la ley, la criminalización del cliente se traduciría en una menor demanda. La ley prevé una multa de 1.500 euros, 3.750 para los reincidentes y las mujeres que sean "rescatadas" de la prostitución tendrán asistencia social y profesional.
Por otra parte, como señala Laura Agustín, antropóloga que estudia la migración, el tráfico y la industria del sexo y tiene un blog sobre el tema, "no existen datos fiables en ningún país acerca de la cantidad de personas que son víctimas del tráfico. No existe un acuerdo internacional sobre la definición de tráfico, incluyendo Europa, lo que significa que no se puede afirmar que la ley reducirá ese tipo de actividad".
Muchas asociaciones que trabajan directamente con prostitutas temen que esta disposición tenga el efecto inmediato de incrementar la clandestinidad de las trabajadoras. Por temor a perder sus ingresos, las mujeres tendrán que refugiarse en una prostitución aún más subterránea, en apartamentos o en Internet. Entonces, ¿cómo ayudar a estas personas a salir de la prostitución si son invisibles? La ley parece contradictoria. Por un lado, proporciona un fondo "para la prevención de la prostitución y el acompañamiento social y técnico de las profesionales". Por otra parte, al penalizar al cliente, aumenta el riesgo de clandestinidad, lo que sabotea el trabajo de prevención y apoyo social liderado por las asociaciones.
De acuerdo con un grupo de médicos y sociólogos franceses, "la criminalización debilita el poder de negociación con los clientes, especialmente en relación con el uso del condón. Los dos actores de esta relación estructurada por la dominación masculina, no tienen, obviamente, los mismos poderes. Por último, la clandestinidad hace más difícil la lucha contra las redes de tráfico", afirmaron en artículo. El grupo de especialistas invitó a los legisladores a seguir el camino de la "desestigmatización de la prostitución" para mejorar "la autonomía y las oportunidades de autoprotección".
Francia sigue los pasos de otro país europeo –Suecia– aunque el modelo sueco no permite tener una idea clara sobre la cuestión. Desde que el país aprobó una ley que penaliza a clientes, en 1999, la prostitución se ha reducido en más de la mitad. Pero eso sólo se aplica a la prostitución callejera. No se han realizado estudios sobre la prostitución en Internet, o si la penalización ha llevado o no a un deterioro de las condiciones de trabajo.
Uno de los datos que llamó la atención durante el proceso de votación fue el apoyo del gobierno socialista de François Hollande. Después de todo, se supone que los gobiernos de izquierda tienen posiciones progresistas respecto a las prácticas sexuales. A principios de este año, la Ministra de Derechos de la Mujer, Najat Vallaud-Belkacem, afirmó que su deseo era ver la prostitución eliminada, ya que significa una forma de esclavitud de las mujeres. Según Laura Agustín, ese es el argumento clásico y no depende del pánico que representa el tema de la trata de personas.
"El argumento de la ministra y de varias otras corrientes políticas es que la prostitución es una práctica patriarcal que impide la igualdad", dice Laura Agustín, quien no se sorprende con la autoría del proyecto. "El socialismo en todos los países europeos ha sido durante mucho tiempo represivo, abolicionista y antitrabajo sexual como cualquier otro partido considerado conservador. Para mí, es perfectamente coherente que hayan sido los socialistas quienes patrocinaron el proyecto. Basta de romanticismo en relación al socialismo", afirma Agustín.
Aun de acuerdo con Agustín, el llamado salvacionista de la ley no tiene en cuenta lo que las mujeres tienen que decir acerca de la experiencia de vender sexo, descalificándolas. "En vez de participar en políticas que permitan que las experiencias individuales sean centrales y que escuchen con atención lo que el activismo de la prostitución tiene que decir, estos "salvadores" pretenden saber cómo deben pensar y sentir las trabajadoras. Sin embargo, ignoran la cuestión del consentimiento", critica la antropóloga.
Invitada a un programa de radio, la especialista Bénédicte Lavaud-Legendre lamentó que los legisladores hayan optado por promulgar la ley antes de evaluar los mecanismos existentes para luchar contra la trata de seres humanos y tratar de mejorarlos. "Tenemos mecanismos en uso que no han sido evaluados. Las pocas evaluaciones que tenemos han demostrado que no son muy eficaces". Francia tiene una ley que permite a las víctimas de trata de personas que denuncian la explotación recibir un permiso de residencia. La medida en sí misma es loable, ya que permite a la policía obtener información acerca de las redes que operan a través de denuncias, pero, en la práctica, es muy poco utilizada. En 2013, sólo se emitieron 36 permisos de residencia. Los municipios no aplican sistemáticamente la medida, supone Bénédicte Lavaud-Legendre, porque la ley está sujeta a otras condiciones, en especial la que requiere que los abusadores sean arrestados.
La ley que penaliza a los clientes de la prostitución prevé que los inmigrantes ilegales capturados por redes de trata puedan ser regularizados. Laura Agustín señala que, de hecho, la autorización es provisoria (6 meses). "Regularización no es el término correcto. Se trata de un permiso para cuando esa persona deja de vender sexo. Después de este periodo, si no tiene otro trabajo, es obligada a salir de Francia", dice.
Otro problema es que la ley no contiene ninguna novedad respecto a la lucha "clásica" contra el proxenetismo y la trata. Corre el riesgo, sin embargo, de crear un precedente negativo para la situación de las prostitutas, sin mejorar la eficacia de la lucha contra el tráfico ni ofrecer una ayuda real al trabajo realizado por las asociaciones. Muy por el contrario, lo que parece estar en juego es una política más amplia, en particular con respecto al lugar que la migración ocupa actualmente en la escena mundial. "Estamos hablando de Europa, no sólo de naciones diferentes", señala Laura Agustín.
Después de la votación en la Asamblea Nacional, el proyecto de ley será considerado por el Senado en junio. Entre manifestaciones, peticiones y artículos, la ley dio lugar a un gran debate. Una de las protestas más emblemáticas fue la declaración "No toquen a mi puta", firmado por personalidades contrarias a la ley, como la actriz Catherine Deneuve.
Libro retrata la otra cara
En la década de 1990, al observar el aumento de la prostitución frente a los turistas extranjeros y el desplazamiento de mujeres brasileñas de varias regiones para trabajar como prostitutas en los países europeos o en frontera con Brasil, la antropóloga Adriana Piscitelli (Pagu/Unicamp) inició una investigación en los países del sur de Europa para comprender los diferentes aspectos del fenómeno. Los principales resultados de estos estudios se recogen en el libro Trânsitos: Brasileiras nos mercados transnacionais do sexo, publicado por el CLAM y la editorial de la Universidad Estadual de Río de Janeiro (EdUerj) en la colección Sexualidad, Género y Sociedad.
El libro deconstruye conceptos y asociaciones –incluyendo el de tráfico internacional de personas y migración– y revela cómo sus protagonistas (en la vida real) resignifican su capital social (el cuerpo) y los estereotipos de brasilidad en busca de sus sueños.
Al principio del libro el lector percibe la diferencia entre desplazamientos en el mercado del sexo –el objeto de estudio de la autora– y el promocionado tráfico de personas, y los problemas que pueden surgir de esta asociación. El libro muestra cómo la relación entre la movilidad (o migración) de las mujeres para ejercer la prostitución y la trata internacional de seres humanos ha tenido efectos de diferentes alcances: como la promulgación de leyes que, como la ley francesa, con el objetivo de "proteger a las víctimas potenciales", terminan por incidir en el papel de las personas en el trabajo sexual y la migración, alcanzando sobre todo a los/as migrante indocumentados/as.
Un aspecto a ser destacado es el de agencia femenina –término que se identifica con expresiones tales como autonomía, libre elección y libre albedrío– que distingue la imagen de la mujer que viaja para dedicarse a actividades de comercio sexual transnacional con el fin de mejorar su vida de la imagen "mujer víctima de trata". Una parte de las mujeres que relatan sus experiencias en el libro circula entre Brasil y Europa. De acuerdo con los relatos presentados, la mayoría de las veces, es la irregularidad de la documentación o la meta de acumular recursos lo que limita la posibilidad de este tránsito. Al igual que cualquier otro/a migrante brasileño/a, ellas mantienen estrechos lazos con Brasil. Sus proyectos futuros, sostiene la autora, incluyen el regreso, en algún momento distante, al país de origen y revelan algún proyecto de inversión en el régimen de protección social individual y familiar que se manifiesta en la adquisición de bienes en Brasil y, a menudo, en el ahorro de un fondo que garantice una vejez tranquila.
La mayoría de mujeres retratadas en el libro reconoce y honra las obligaciones familiares. Las remesas y regalos son para personas con diferentes grados de parentesco, que pueden variar de hijos a sobrinos. "Envío dinero todos los meses. Pago todos los gastos de la casa, donde viven mi madre, mi padre y mi hermana. Además, pago una casa que compré. Como mínimo, envío 800 euros. 600 para pagar el alquiler, sus gastos, esas cosas y 200 euros para la casa que compré, son montos de poco valor", dice una de las entrevistadas por la investigadora.
Los relatos refieren ganancias que van más allá de la dimensión material y familiar. Los desplazamientos femeninos en la industria del sexo en el extranjero también le confieren a esas mujeres la ampliación de su capital cultural, lo que les permite, de acuerdo con los relatos del libro, una revalorización personal en Brasil. "Ejerciendo la prostitución aquí se aprende mucho de historia, muchas culturas diferentes (...) Porque uno convive también con franceses, ingleses, alemanes, con griegos. Así que cuando me voy de aquí y vuelvo a Brasil y empiezo a conversar con las personas, veo la grandeza que tengo en términos de cultura. Aquí afuera se aprende mucho".
La experiencia en contextos migratorios también les brinda la oportunidad de ocupar nuevas posiciones en la jerarquía de género. Esto es claro en el relato de una entrevistada que ofrecía servicios sexuales en las calles de Barcelona: "Ahora ya no quiero tener sólo un hombre, ahora quiero tener lo que quiera... Una lava, planca, los cuida y ellos siempre están en busca de otras. No, ahora quiero que él lave y planche para mi. Ahora mi cabeza cambió, yo ya le dije, ésa que conociste ahora es otra. Ahora quien da las cartas soy yo".
Por Mathilde Bonnassieux y Fábio Grotz
Fuente: Clam