Lactancias insumisas
Julieta Saulo plantea que la lactancia, como la maternidad, parece ser “patrimonio de la humanidad” porque todo el mundo opina sobre tus elecciones: si elegís amamantar renunciás a tu vida laboral y sexo-afectiva y si elegís la mamadera sos una mala madre. “Hacemos lo que podemos”, dice y abre interrogantes en torno al lema de esta Semana de la Lactancia Materna que pide empoderamiento para hacer que “la lactancia sea posible”.
Todos los años del 1 al 7 de agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia. Este año el lema es “¡Empoderémonos! Hagamos que la lactancia sea posible”. En teoría, el lema apunta a algo global, no sólo a la mujer. Y entonces me pregunto: ¿De qué manera contribuye al empoderamiento un sistema de salud que se parece más a una empresa privada que a un ámbito de información, fisiología y cuidado? Sobre todo si tenemos en cuenta que el conocimiento y la actualización sobre lactancia materna de los profesionales es casi nulo, basta ver las currículas de sus formaciones.
¿Qué rol juega la sociedad cuando una mujer amamantando en un espacio público es estigmatizada e incluso apercibida por la fuerza policial? ¿Desde qué lugar se hace eco el estado de este empoderamiento que, en teoría le toca, si no prevé políticas públicas e implementación territorial en torno al tema?
La maternidad y los distintos modos de llevarla adelante son patrimonio de la humanidad: todo el mundo sabe, todo el mundo opina y, obviamente, todo el mundo lo hace mejor que vos.
Con la lactancia pasa exactamente lo mismo. Pareciera que si elegís amamantar renunciás a tu vida laboral y sexo-afectiva y si elegís la mamadera sos una mala madre. Utilizo la palabra “elegir” a propósito, porque en nuestro país como en tantos otros las mujeres no tenemos derecho a decidir ni a elegir.
Pareciera que si elegís amamantar renunciás a tu vida laboral y sexo-afectiva y si elegís la mamadera sos una mala madre.
Quien diga que la leche humana y la de fórmula son lo mismo miente. La lactancia materna es lo mejor para las criaturas pero en muchos casos no es lo mejor ni para la madre ni para el vínculo. ¿Eso nos hace mejores o peores madres? Nos hace madres reales. Y quien diga que sostener una lactancia es fácil y que se trata de una cuestión de empoderamiento también falta a la verdad. Se necesitan muchísimas cosas para que eso suceda.
En uno de los capítulos de “Malaleche” Soledad Barruti cuenta que en 2015 la filial argentina de la Liga de la Leche presentó la primera encuesta sobre lactancia materna del país en la cual quedaron cristalizadas las voces de miles de personas sobre el tema. Dos datos llamaron mi atención: si bien más del 90% dijo que la lactancia es importante para la salud del bebé y de la madre, más de la mitad de las personas encuestadas sostuvo que les resulta inadecuado ver amamantar a una persona en público, sobre todo cuando las criaturas ya caminan. El dato más revelador es que la mitad de la población encuestada opinó que la lactancia no tiene futuro. Y si analizamos esta afirmación, no de manera aislada sino dentro de un contexto, es absolutamente lógico que así suceda. Las escenas de los partos y los nacimientos están más cercanas a la tortura, la violencia y la intervención que a la fisiología, el respeto y el goce.
Si nos remitimos a los datos del Primer relevamiento del Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO), sobre una base de casi 5000 mujeres encuestadas, 4 de cada 10 mujeres NO recibieron asesoramiento para amamantar. En la misma proporción recibieron el ofrecimiento de leche de fórmula para alimentar a su bebé.
Según la Encuesta Nacional de Lactancia Materna (ENaLac) el porcentaje de lactancia materna exclusiva desciende a medida que aumenta la edad de los niños siendo de 58% a los 2 meses y 42% a los 6.
Mientras la OMS recomienda los seis meses de lactancia materna exclusiva, en nuestro país, según la Ley de contrato de trabajo, las mujeres con trabajo en blanco deben volver a los 45 días de nacidos sus hijos o hijas, salvo que tengan un convenio colectivo de trabajo superador o que tengan un trabajo precarizado o sean monotributistas como la mayoría de las mujeres en nuestro país.
Mientras la OMS recomienda los seis meses de lactancia materna exclusiva, en nuestro país, según la Ley de contrato de trabajo, las mujeres con trabajo en blanco deben volver a los 45 días de nacidos sus hijos o hijas.
Una vez, siendo puericultora en la Maternidad Estela de Carlotto, mientras charlábamos sobre las pautas de manejo de la lactancia y la vuelta a casa, una mujer me preguntó sobre el almacenamiento de la leche cuando se fuera a trabajar. Yo, muy suelta de cuerpo desde mi clase media acomodada y con todo Barrio Norte escapándose por mis poros, le dije: “Tranquila, para eso falta”. La mujer me miró y me dijo: “No, Julieta. No falta nada, ahora me voy de acá, llego a mi casa y me voy a trabajar”.
La lactancia en esta sociedad generalmente es un acto insumiso. Desde ese lugar y bajo la premisa de lactancias reales, empoderadas y diversas varias mujeres fuimos convocadas por Belén de Vincularte para ponerle el cuerpo a esas tres palabras. Jugamos a detener en el tiempo el deseo, la complicidad y la irreverencia que significa llevar adelante la lactancia de nuestros hijos e hijas en esta sociedad y con este sistema de salud que se parece más a una empresa que a un ámbito de información, fisiología y cuidado.
Ya lo dijo la gran Casilda: “Hay que recuperar la transmisión por vía oral de la verdadera sabiduría, de una sabiduría hecha de experiencia…Las mujeres tenemos que contarnos muchas cosas…”
Para Marina, amamantar es revolucionario. Majo también habla de revolución, empoderamiento y regalo. Sabrina y Estefanía, ambas pediatras, ponen el foco en la importancia del acceso a la información, en ambientes facilitadores y en un sistema de salud basado en la ciencia y no en las creencias. Paula habla del apoyo como algo clave, mientras Carolina relata sobre la importancia del apoyo de su compañero quien, luego de tomarse licencia extendida sin goce (le daban tres días en su trabajo), fue despedido de sus tareas como castigo por priorizar su vida personal por sobre la laboral.
Estamos escindidas entre el adentro y el afuera, con leyes que anulan nuestros procesos sexuales y reproductivos, inmersas en una sociedad misógina, machista y patriarcal en la que nos acuerpamos bajo movimientos como #freethenipple para no seguir estigmatizando e invisibilizando nuestras corporalidades.
Dejemos de sobrecargar a las mujeres madres y de estigmatizar elecciones: nadie es mejor ni peor, hacemos lo que podemos. Ya lo dijo Silvia Federici: “Estamos ante un nuevo patriarcado en el que las mujeres deben ser dos cosas: productoras y reproductoras al mismo tiempo, una espiral que acaba consumiendo toda la vida de las mujeres”. Nos queremos diversas, libres, gozosas, juntas y empoderadas (¡Y no porque lo diga un lema!). Con lactancia o con mamadera. Porque criar desde el deseo y no desde el mandato es hoy, en esta sociedad enferma, nuestra mayor revolución. Lo personal es político (¡y la teta también!).
Por Julieta Saulo
*Mujer, feminista y madre. Fundadora de Las Casildas y coordinadora del Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO).
Fuente: Cosecha Roja